viernes, 4 de marzo de 2005

Me pregunto en qué se parece James Joyce a Ginés González García.

En realidad, no sé.

Tal vez, y nada más, en que haya letras que se repiten en sus nombres, por ejemplo.

Por lo demás, Joyce era muy flaco; González, au contraire.

Con todo, estoy seguro de que algo dañino hay detrás de las dos figuras. Por algún lado son parientes. Tendría que ponerme a cotejar, investigar un poco.

Pero, a primera vista, algo hay. Hay algo con el amor en ambos. Escribir un poema de amor sin amor y repartir condones entre los adolescentes, son de esas cosas que tienen un aire de familia.

Es probable que cierta educación, en-el-peor-sentido-de-la-palabra-jesuítica, le haya dejado a JJ todo revuelto en la cabeza y en el corazón. Y de verdad no tengo idea quién haya podido revolverle el corazón y la cabeza a García.

Igual -y aunque es mucho más grave y muchísimo más peligroso-, siempre será materia más noble ser mal educado por los jesuítas que ser un visitador médico de laboratorios o empleado del Banco Mundial o del PNUD.

O será que yo mismo prefiero un escritor a un políticastro. O será que GGG, entre otras cosas, ha leido a JJ y así quedó.

Si no fuera tensar la metáfora, tal vez cabría lo de que de aquellos polvos vienen estos lodos...

Pero no sé si se puede explicar bien esto.

Mejor lo miro todo de nuevo.