jueves, 17 de marzo de 2005

La polis -la de acá- (1)

El que se zambulla con la íntima expectativa de un poco de política, se tiene que decepcionar. Apenas si estoy leyendo diarios atrasados de los últimos tiempos. Y desordenadamente, para peor.

Es muy probable que esté equivocado. Pero, por momentos, me parece que todo está en orden. Quiero decir, cada cosa se me aparece teniendo el aspecto de lo que es. No digo que esté bien como está, ni como aparece. Digo que, si lo miro con un poco de atención, el mundo tiene cierto guión bastante consistente. Que no guste, es otro costal y otra harina.

Tiene que ser impresión mía, seguramente. Y también está el hecho de que no estoy del todo acomodado, todavía.

Ahora bien, en grandes líneas, lo que se ve está dominado por dos o tres asuntos, con todo lo que tienen de simbólico, además.

Por ejemplo, se ven los asuntos de estado. Y lo que parece verse es un gobierno que ocupa casi todo el espacio que hay para ocupar. Creo que porque nadie más está en condiciones. Apenas si la Iglesia (sea lo que fuere lo que esa palabra quiere decir hoy por hoy), dice algo diferente, con algún peso. Y eso a veces. Y eso algunos. Y no siempre bien. Y a veces vaya uno a saber por qué. El resto de las voces posibles, y por cierto que las de algunos católicos -con púrpura o sin púrpura-, en general se oyen como grillos o cigarras.

Lo que me suena es que el gobierno tiene aspecto de estar mintiendo en lo que grita y diciendo la verdad en lo que apenas dice. Y de este modo se me vuelve el abanderado del mundo tal como parece que va a ser en los próximos tiempos. Abanderado en el finimondo, claro, pero, es lo que tengo a mano, qué puedo hacer...

Este gobierno, por ejemplo, hace gestos ampulosos, progresistas, agresivos. Muestra los dientes, pega golpes en la mesa, llega tarde a las citas, displicente, feroz, juvenil. Pero lo que es pagar, paga. Llena el pizarrón de fórmulas, de slogans y de discursos provocadores. Pero pagar, al final paga. Si yo fuera supongamos el FMI, o cualquier otro de esos, estaría feliz de la vida. Le seguiría el juego. Hasta protestaría airadamente por las protestas y los gritos. Pero para seguirle el juego, nada más. Porque lo que es pagar, paga. Y si quiere gritar mientras paga, que grite. Y si quiere pagar menos, mientras pague, que pague menos. Esta izquierda de obediencia por lo menos financiera -obediencia gritona, pero obediente-, es un poquitín falluta. Con empresas, conglomerados, multinacionales, más o menos lo mismo. Gritos y negocios.

(Por otra parte, bastante burdo ese asunto de mantener un clima de agitación y efervescencia progresista. Como si fuera una gran idea tener a todo el mundo caminando por la calle, el mayor tiempo que sea posible, dando la sensación de 'soberanía política e independencia económica'.)

Me parece que el hombre común cada vez paga más por cada vez menos y peores cosas. Y no estoy hablando solamente de comida y vestido. Parece que el discurso obligatorio es que estamos luchando a brazo partido y con inteligencia y coraje contra los poderosos y malvados de este mundo. Pero, qué puedo decir: lo que es este gobierno, pagar, paga. (E insisto en que no solamente se trata de dinero...)

Las condiciones de vida que quedaron como leyes de los nuevos tiempos globales, todavía humeantes en el recuerdo, aparentemente, aún están, vivas.

Cuando éramos del primer mundo menemista, por caso, eran las condiciones del progreso y lo que hacía falta para ser civilizados, ahora que somos latinoamericanos progresistas, son las condiciones de la lucha y lo que hay que hacer para ser revolucionario. Y -casas más casas menos- son las mismas condiciones, curiosamente.

Antes, ser precario era el modo de competir; ahora, ser precario es el modo de resistir.

Total: ser precario es el modo. Si fuera una religión quién sabe si no sería estupenda. Desasida, mística, ascética. Libre de las solicitudes mundanales.

Filfa.

Por lo demás, en esas materias que se llaman morales (algunas tan vecinas a obedecer lo que pide eso que hay que llamar el globalismo), este gobierno habla con pequeñas palabras pero firmes. Hace lo que hay que hacer para estar en este mundo hoy por hoy. Y allí no miente. Ni grita demasiado, salvo que lo obliguen o le den el 'piedra libre...'

Pequeñas líneas que se cruzan y que hacen un tramado que se me figura bastante horrendo: plata y moral sexual, negocios y revolución 'bolivariana'.

Piqueteros + inflación + aborto + arranques nacionalistas + lesbianas + aumentos de tarifas + antiFMI + condones + montoneros + pagos puntuales de la deuda externa.


Y falta las respuestas que recibe de enfrente (cualquier enfrente, al fin al cabo, salvo por los inmensos matices...)


Pero para seguir hablando de esto, y de algunas cosas más de estos barrios, mejor otro día.

Que la polis aturde y cansa, como se ve.