viernes, 17 de diciembre de 2004

Es cosa de andarse con tiento, y más cuidado...

La quinta crece.

El maíz está pasando el metro noventa y el zapallo cubre ya metro y medio cuadrado.

Es verdad: de tomate sólo dos plantas, una escuálida y otra pujante. ¿Y qué? Si ya cosechamos unas lechugas criollas y dos o tres rabanitos. Aunque las acelgas hayan fallado, los porotos linderos del maíz son tan sólidos como un Hobbit de la Comarca.

Sí que suena a sinfonía. Y pensar que todo ello se vuelve en un momento apenas símbolo, además de cosa real, verde, fresca, turgente, como adorno del surco.

Símbolo de la enormidad seminal. Símbolo de la enormidad escondida en una pequeñez potente.

Un pensamiento de hombre vale más que todo el universo. Cosa que los griegos decían a media voz, los Salmos y los Libros Sapienciales celebran con entusiasmo humilde, Santo Tomás proclama como un trompetazo en una catedral y San Juan de la Cruz sentencia sin inmutarse.

También Descartes o Kant o Hegel o Russell y así, más o menos, todos los racionalismos e idealismos quieren servir a esa noción, más como grito de libertad y hasta de rebelión. Como redención del mundo, no redimir al mundo, sino redimirse de él. Como complacencia, como alquimia complacida.

Sin embargo, y con todo, mirando la quinta crecer me hago una idea 'carnal' de lo que significa esto.

De cómo cada 'logos' le pone a la existencia una nota nueva, diversa y en sinfonía.

Y de cómo, haciendo eso, de pronto el mundo cambia por completo. Y el viejo mundo, asentado a mis pies, se vuelve nuevo.

No puedo dejar de ver esa cosa dada, antigua, milenaria: el mundo. Nutriendo todo él la pequeña semilla hasta darle altura que parecría que va a ser infinita.

Pienso también en ese gesto de Máximo en "Gladiador": tomar un puñado de tierra, de polvo de la tierra y saborearlo con la mano, con los dedos. El hombre saboreando la antigüedad del mundo al que va a asociarse siquiera con la sangre, con su sangre derramada, un mundo hecho y antiguo sobre el que él va a poner una cosa nueva y no hecha, aunque esa cosa nueva sea una batalla, un lance, una estocada.

O maíz.

Una idea nueva, una nueva concepción, un pensamiento de hombre. Mayor que todo el universo junto. Es vertiginoso y reduce a tierra, aterra.