sábado, 30 de octubre de 2004

La biografía de Dostoyevsky del noruego Geir Kjetsaa que estoy releyendo es muy llevadera (me había olvidado.) Me gusta más, en varios puntos, que la de Henri Troyat.

Empecé a leer cosas de FMD a los 17 años. Y lo primero fue El Idiota, novela de la que me hice casi fanático durante unos años.

Cuando llega a esta obra (1867), Kjetsaa transcribe un fragmento de una carta de Dostoyevsky a su sobrina(no hay dos autores que escriban igual los apellidos y hasta los nombres rusos):
La idea central de la novela es retratar a la persona absolutamente buena. Nada más difícil que esto en el mundo entero, y sobre todo en nuestro tiempo. Todos los autores -no sólo los nuestros, sino también todos los europeos- que han intentado realizar un retrato de la persona absolutamente buena, siempre renunciaron al esfuerzo. Pues se trata de una tarea infinitamente difícil. Lo bueno es un ideal, pero ni en nosotros ni en la Europa civilizada el ideal ha cobrado forma hasta ahora. En el mundo entero hay una sola persona absolutamente buena: Cristo, y por consiguiente la existencia misma de este ser infinitamente bueno es en sí misma un milagro inefable. De acuerdo con San Juan, el Evangelio entero nació a partir de este pensamiento: considera que el milagro completo es la aparición del bien, la encarnación de lo perfecto en la carne y la sangre.


Kjetsaa recuerda con razón la preferencia de los ortodoxos -y las del propio FMD- por San Juan Evangelista y, después, enumera las etapas a través de las cuales Dostoyevsky llega a su comprensión de Cristo:
En su imagen de Cristo, la dimensión metafísica ocupaba un lugar muy secundario. Sólo durante su período en la cárcel comprendió cuánto dependía su propio reconocimiento de esta dimensión metafísica. Más tarde advirtió que la herejía arriana -la negación de la divinidad de Jesús- era la primera etapa del proceso europeo de secularización, el mismo al que, según él veía las cosas, debía oponerse con todas sus fuerzas. A partir de ese momento, la doctrina de la civilización de Jesús se convirtió a sus ojos en el eje de todo el cristianismo. "No es la moral de Cristo, ni las enseñanzas de Cristo lo que salvará al mundo, sino la creencia de que la palabra se hizo carne."
Hay no pocas cosas del a veces extremoso misticismo ruso y ortodoxo (hasta del cristiano oriental) que no son de mi paladar (aunque veo con fascinación ese mundo, sabiendo al mismo tiempo que no soy uno de ellos.)

Sin embargo, esta última frase de Dostoyevsky...