domingo, 31 de octubre de 2004

Nombre

Tierra de sombras: sombra de esta tierra
en que siembran dolores los mortales.
La tierra de los sueños, de la guerra,
del amor, del olvido. Musicales
angustias de esta tierra en la que yerra
el corazón cansado. Manantiales
de ese dolor de luz que nos aterra
pues nos lleva a los días celestiales.
La noche nos aferra y una sombra
nos hiere, nos opaca, nos desnuda,
nos arranca los ojos, nos olvida.
Mas la voz interior con que te nombra
el corazón, jamás se queda muda,
jamás a oscuras, nunca está vencida.

sábado, 30 de octubre de 2004

La biografía de Dostoyevsky del noruego Geir Kjetsaa que estoy releyendo es muy llevadera (me había olvidado.) Me gusta más, en varios puntos, que la de Henri Troyat.

Empecé a leer cosas de FMD a los 17 años. Y lo primero fue El Idiota, novela de la que me hice casi fanático durante unos años.

Cuando llega a esta obra (1867), Kjetsaa transcribe un fragmento de una carta de Dostoyevsky a su sobrina(no hay dos autores que escriban igual los apellidos y hasta los nombres rusos):
La idea central de la novela es retratar a la persona absolutamente buena. Nada más difícil que esto en el mundo entero, y sobre todo en nuestro tiempo. Todos los autores -no sólo los nuestros, sino también todos los europeos- que han intentado realizar un retrato de la persona absolutamente buena, siempre renunciaron al esfuerzo. Pues se trata de una tarea infinitamente difícil. Lo bueno es un ideal, pero ni en nosotros ni en la Europa civilizada el ideal ha cobrado forma hasta ahora. En el mundo entero hay una sola persona absolutamente buena: Cristo, y por consiguiente la existencia misma de este ser infinitamente bueno es en sí misma un milagro inefable. De acuerdo con San Juan, el Evangelio entero nació a partir de este pensamiento: considera que el milagro completo es la aparición del bien, la encarnación de lo perfecto en la carne y la sangre.


Kjetsaa recuerda con razón la preferencia de los ortodoxos -y las del propio FMD- por San Juan Evangelista y, después, enumera las etapas a través de las cuales Dostoyevsky llega a su comprensión de Cristo:
En su imagen de Cristo, la dimensión metafísica ocupaba un lugar muy secundario. Sólo durante su período en la cárcel comprendió cuánto dependía su propio reconocimiento de esta dimensión metafísica. Más tarde advirtió que la herejía arriana -la negación de la divinidad de Jesús- era la primera etapa del proceso europeo de secularización, el mismo al que, según él veía las cosas, debía oponerse con todas sus fuerzas. A partir de ese momento, la doctrina de la civilización de Jesús se convirtió a sus ojos en el eje de todo el cristianismo. "No es la moral de Cristo, ni las enseñanzas de Cristo lo que salvará al mundo, sino la creencia de que la palabra se hizo carne."
Hay no pocas cosas del a veces extremoso misticismo ruso y ortodoxo (hasta del cristiano oriental) que no son de mi paladar (aunque veo con fascinación ese mundo, sabiendo al mismo tiempo que no soy uno de ellos.)

Sin embargo, esta última frase de Dostoyevsky...

viernes, 29 de octubre de 2004

El tren, a la tarde, siempre vuelve lleno de gente. Siempre ha sido así.

Pero hacía bastante tiempo que no oía conversaciones alegres.

Esa cosa que llaman los diarios (y los filósofos no dogmáticos) la vida real, está plagada de detalles que forman de tanto en tanto un paisaje bastante desolador. Por lo menos, si uno tiene memoria de otros tiempos o cierta enfermiza sensibilidad o una imaginación locuaz, para imaginarse qué hacen los demás, qué es de sus vidas.

En el tren, en los últimos años, por ejemplo, la gente que duerme, a cualquier hora, los que miran el vacío, los que están conectados a un pasadiscos o a una radio, los que manotean con cierta aburrida voracidad el diario gratuito, fueron creciendo. Y haciendo un monocolor agrisado, depresivo. Exponencialmente crecieron después los celulares en manos de todo el mundo. Uno los hacía al principio en manos de los que "lo necesitan", pero después se transformaron en un miembro más, en un pseudópodo. Fueron un status y se volvieron un órgano. Los veo con indiferencia agresiva. Pero los veo, los oigo y no puede evitarse oír las "necesidades" que ahora cubre el celular. Pamplinas: "estoy en la estación tal, recién subo al colectivo, ¿vas esta noche...?"

Antiguamente, los furgones del tren eran para jugar al truco o al chinchón (y tomar cerveza, después de las 7...) Así se usaba entre los que subían con bolsos y bicicletas, bulliciosos, alegres. Albañiles, operarios, mezclados con los que iban a fumar o querían ver jugar.

Después se oscureció. Vendedores ambulantes, desocupados, deambulantes. Bajó la edad de los furgoneros y se diluyó la alegría. Ya nadie sabe bien qué edad tienen. Aroma de marihuana a cualquier hora (a cualquier hora), brebajes extraños en recipientes extraños. Miradas brillantes y volátiles. Mujeres guerreras, adolescentes. Chicos, descalzos muchas veces. Lograron que los operarios de antes se fueran corriendo, dispersándose por los pasillos de vagones atestados, oscureciéndose también ellos.

Pero hoy había dos mujeres, sencillas, sentadas frente a frente. Parecían conocerse apenas. Hablaban animadamente de comidas, mientras ellas mismas comían (otra costumbre incorporada que no existía: comer en la calle, en cualquier lado.) Se fue poblando el tren. Me dormí leyendo (tratando de releer a San Hilario, iluso de mí, confiado en mis propias fuerzas y en una voluntad demasiado falluta...)

Había sartenes, mientras tanto, con el tizne del uso, que iban y venían, ingredientes, salsas, preparaciones. Entrecortadas, las palabras me venían de un mundo que estaba a mi alrededor, del que yo estaba apenas ausente, dormitando, incómodo. Creo que estaba sonriendo, o me parecía estar sonriendo mientras las oía. Pasaron por allí fideos, "almóndigas", ensaladas, intercambios de secretos, destrezas, hasta ahorros de gas, marcas de aceite, descubrimientos, olvidos, sorpresas, coincidencias. Todo alrededor de las recetas.

Me desperté, finalmente, y seguían. Me levanté. Junto a ellas, otras dos mujeres, mayores ya, estaban, por su propia cuenta, en el mismo tema. Una sola era, digamos, joven. Las otras tres habían pasado los 55. Era gracioso oírles los diminutivos que insistían en usar: el ajito picadito, el perejilcito, la cebollita cortadita bien chiquita, la ollita, la carnecita frita. Hasta que las cuatro descubrieron que hablaban de lo mismo, dos a dos, y se rieron con ganas y ya no hubo modo de detener el aluvión de harinas y mantecas, el horno y los filetes. Se reían todo el tiempo. Se agrupaban de dos en dos, entrecruzadas alternativamente. Hubiera habido mate y tortas fritas y era cuestión de sacarlas con la fuerza pública de aquel festival culinario.

Allí estaban, cuatro mujeres desconocidas entre sí, de entre 35 y 70 años, meta y ponga a la lengua y a las manos, a la cocina y a los hijos.

Me reía solo. Apretujado entre millones de caras y corazones que no sé si las estaban oyendo, si acaso estaban disfrutando este Seminario Internacional de Mujeres Comunes en Encuentro Casual Hablando de Cocina.

Me reía solo. Miraba esas caras criollas, provincianas, curtidas, morenas. Esos ojos vivaces. Oía esas horas interminables de acumular pruebas y secretos de verduras, arroces y carnes asadas, esos diminutivos, esa pasión pícara de chamanes de las ollas.

Es mentira que no sé por qué -ya bastante despierto y pérfido y malintencionado como suelo ser- pensé en los huesitos de la Isla de Flores. Me acordé de las pequeñas señoras simiescas de los catálogos de antropólogos, de sus elucubraciones en clave paleontológica de la religión del mono y de esas cosas.

Y les aseguro que en mi inocente furia de torpe observador fanático, me dije: No sé el australopiteco o el neandertal, no sé el gorila simil homo o el homo simil Flores, o el Flores simil sapiens. Pero estas cuatro doñas, no me importa lo que digan los que no necesitan dudar de sus dogmas científicos, estas cuatro bellezas de la especie homo vagonensis bonaerensis, ni en mil millones de años han sido monos, ni vienen de ningún chimpancé. Estas cuatro dulzuras de feminas saben cocinar y les encanta cocinar. Y eso es bastante más que lo que cualquier armaesqueletos podría entender, mirando sus osamentas despanchurradas, doscientos mil años después del día que se vayan al cielo sus almas de amas de la casa.

Para decir 'ajito', para decirlo con ternura y fruición, a las 7 de la tarde de un viernes en un tren repleto, incómodas, cansadas, con las hornallas esperándolas al final del camino y del día, para poder decirlo riéndose con otras tres congéneres desconocidas, es necesario un alma espiritual. Y es un pecado no saber eso, de tan evidente que es. O no querer saberlo. O no querer decirlo. Un pecado científico, por lo pronto, así que seguro es un pecado más grave también.

Ya sé, ya sé... Se van a levantar las voces sensatas y menearan las cabezas. Van a decir algunos que es un golpe bajo de pobre apologética pseudochestertoniana. Y qué sé yo que otros dedos veré alzarse. Pero, francamente no me siento obligado a llevarle toda la corriente a una "ciencia" caprichosa y malcriada, nada más que para parecer que no tengo nada contra la modernidad. Dejemos el darle la razón y no mofarnos buenamente de ella, para cuando tenga razón o siquiera para cuando muestre buenos modales.

Así que, por esta vez que pase, qué quieren que les diga. Entre batirse desmañadamente por la noble prosapia de cuatro cocineras nacidas en el seno de la naturaleza humana, y el pundonor de un pontífice de la paleontología o la susceptibilidad de un librepensador, prefiero pensar que es un acto de caridad muy propio de una religión para hombres hacerles irreverentes cosquillas en la nariz un rato a los iconoclastas.
Soneto de la muerte fiel

Todo era igual pero le parecía
que en ese azul del cielo que miraba
otro azul más azul se dibujaba
y en el dibujo se reconocía.

También el aire, limpio, le traía
fragancias de las cosas que añoraba.
El aire, sí, el aire le llegaba
como viniendo de la serranía.

Entonces advirtió la cercanía
de esa dulce ciudad que tanto amaba,
miró sus torres, supo que volvía.

Y al apurar la senda que llevaba,
sintió que hasta la piel se le endulzaba
y se fue, sin saber que se moría.


Jorge Vocos Lescano

Me quedaba este soneto prometido. Si no me acuerdo mal, Adelmo Montenegro -a quien está dedicado- era un cordobés, director del desaparecido diario Los Principios, uno de los dos que durante mucho tiempo salieron en Córdoba (éste era de inspitación católica, como se decía en aquellos tiempos.) Desapareció hace unos 30 años.

jueves, 28 de octubre de 2004

A propósito de los temas que asoman por estas y otras páginas en estos días, me parece que no desentonaría para nada traer a cuento dos cuestiones. Aunque, si no me equivoco mucho, las dos son de esa clase de asuntos en los que más es lo que hay que mirar y contemplar, que lo que hay para decir. Esto no significa que uno no vaya a hablar en absoluto. Que para algo mencionamos el punto.

Creo, además, que la densidad de los textos quizá obligaría a tratarlos por separado. Pero, a la vez, tengo la idea de que están unidos de tal modo en varios puntos importantes de manera que, por más que físicamente se los alejara, terminarían por volverse los unos hacia los otros.


Hace un tiempo vengo leyendo con cierto detenimiento la Tipología Bíblica (*) de Jean Daniélou. Entre los capítulos, algunos tratan la relación entre Cristo y la Iglesia. Y de entre ellos, el cuarto, en el que habla sobre El Sueño de Adán y el Nacimiento de la Iglesia. Los textos fundamentales que comenta Daniélou -y los que más me interesan ahora- son los del Tractatus Mysteriorum (Tratado de los misterios) de San Hilario, aunque hay algunos fragmentos de Tertuliano, Metodio u Orígenes, que también importan.

Me interesó en particular la exégesis tipológica del relato del Génesis que tiene como protagonista a Adán (y a Eva) y las consecuencias, tanto sacramentales como escatológicas, que sacan los Padres, especialmente San Hilario.

En cuanto a la metodología tipológica tal vez baste este fragmento de Daniélou, comentando el texto de San Hilario, para entender someramente en qué consiste:
"Nos interesa (el texto) ante todo por la relación que tan claramente establece entre la profecía y la figura. El Verbo realiza primeramente en Adán el acontecimiento figurativo, y por la Profecía deduce luego la significación profética. Así el acontecimiento histórico conserva todo su valor. Nótese el cuidado de Hilario en dilucidar ante todo las dificultades del sentido literal. Esta preocupación aparece muchas veces en él. Se atiene a la realidad histórica de los acontecimientos, ya que la tipología consiste, precisamente en hacer ver que la historia misma es figurativa, y no en reemplazar la historia por la alegoría."


Por otra parte, no puedo dejar de pensar desde hace unos meses en unos textos que Simone Weil dirige al P. Perrin y que están en Espera de Dios, una edición de seis cartas y varios opúsculos, todos dirigidos al mismo sacerdote.

Son, en particular, las seis cartas lo que me ocupa. De ellas, el asunto que me interesa es, por una parte, el de la naturaleza de la Iglesia y el del Cristianismo, visto a trasluz de lo que allí dice Weil de sí misma. Por otro lado, y en relación con esto mismo, la cuestión de la vida intelectual y el Bautismo (lo que también podría verse como la independencia de la vida intelectual una vez que se pertenece a la Iglesia.) Tiempo después, estuve viendo que esto mismo está tratado con convicción y bastante desgarradamente por John Henry Newman, y, no por casualidad, con fuerte apoyatura en la modalidad de los Padres de la primera Iglesia.


Tiempo atrás, había comenzado una serie sobre Saber saber. Parte de lo que venga ahora a propósito de estos asuntos, está en la misma línea de aquello que me proponía, que se detuvo por eso mismo de que estos temas obligan a pensar y repensar, aun lo ya dicho.

De modo que, así planteadas las cosas, veremos que sale de este matrimonio.


(*) El título original en francés es "Sacramentum Futuri - Études sur les Origines de la Typologie Biblique", que habría que traducir como "Misterio de lo Futuro - Estudios sobre los orígenes de la tipología biblica". La obra se compone de una serie de ensayos sobre varias figuras o typos bíblicos, esencialmente de Cristo. El texto de San Hilario, que sigue Daniélou en buena parte de estos ensayos, es una exégesis de seis libros del Antiguo Testamento.
No sé otros. Pero Alejandro Dolina y J.R.R. Tolkien, no creo que vayan a estar muy contentos.

Para el de Caseros, ahora su invención literaria de "Los Hombres Sensibles de Flores " tiene alcurnia, y de guardapolvo blanco, es científica, y eso quiere decir que es una cosa seria y que ya no es ninguna pavada bohemia de escritorzuelo sudaca, que era lo que a él le gustaba.

Al inglés, en cambio, le malversaron el nombre (aunque creo que le habría divertido poder decir que sus historias no eran ningún invento y que además de hobbits, también existen los dragones, los elfos, Melkor, Gandalf y los demás...)

Ahora, olvídense de creacionistas o evolucionistas. Que cada cual se quede con su religión. Lo que es a mí, mucho antes de que me obliguen a elegir credo o a dar razón del que tenga, igual me parece insufrible ese aire que tienen los científicos-etnólogos-antropólogos y esas cosas..., ese aire de que descubrieron el secreto que las tías no quieren contarles sobre la prima Pochi, ese aire de que ellos saben dónde escondió los caramelos la mamá, ese aire que les viene cada vez que encuentran unos huesos de pollo o de mono.

En general, esos plantos y cacareos cientificistas sobre ramas y ramificaciones me suenan a resentimiento de huérfano que no sabe quiénes fueron sus padres, y me suena a que -por resentimiento- el huérfano se va a inventar un pasado porque nadie le quiere decir la verdad (o, peor, tal vez, porque no le gusta la verdad que le dicen.)

Pero, claro, en un huérfano no sólo su orfandad sino hasta ese resentimiento puede mover a compasión. A mí, en cambio, estos científicos pomposos, estos ajedrecistas filogenéticos y autosuficientes, que en vez de piezas usan puntas de flechas y volúmenes cefálicos, más que huérfanos me dan la impresión de ser hijos malparidos...

Esa cosa humilde que tienen los científicos que se empecinan en ser monos y rechazan ser hombres. Esa cosa humilde y ascética. En vez de ser creatura divina nacida espiritual, mejor mono encefalizado por haber bajado de los árboles...

En fin, chicos, de paso, échenle una miradita a la tía abuela Floricienta, la Peti...

(No se asusten por el dibujito, en realidad parece que los huesitos que encontraron son huesos de tía abuela y no de tío abuelo...)

miércoles, 27 de octubre de 2004

Un amigo me manda esto (y me acuerdo ahora de que es un excombatiente (*) de la Guerra de las Malvinas.)

Ejercito británico recluta al primer soldado satánico

LONDRES (Reuters) - Las fuerzas armadas británicas enrolaron a su primer soldado satánico después de que un técnico naval que estaba sirviendo en una fragata obtuviese permiso para practicar sus creencias mientras está embarcado, dijo el domingo el Ministerio de Defensa.

Un portavoz del ministerio dijo, apoyando la decisión de permitir que un satánico pertenezca a la Marina de Guerra, que era una "igualdad de oportunidades laboral" y que no había discriminación contra creencias religiosas específicas.

"Se presentó ante su comandante con una petición para practicar sus creencias a bordo del barco y obtuvo el permiso (...) Creemos que es el primer satánico reconocido que sirve en el ejército, aunque no hay un registro oficial de las creencias," dijo el portavoz.

El periódico Sunday Telegraph dijo que Chris Cranmer, de 24 años y procedente de Edimburgo, Escocia, podría tener un funeral celebrado por la Iglesia de Satán si muere en combate.

La Iglesia de Satán fue fundada en la década de 1970, pero el satanismo puede tratarse de una serie de prácticas diversas que incluyen un concepto de Satán como una fuerza de la naturaleza.

Los miembros de la iglesia rechazan las ideas cristianas de Dios y el Demonio.

Esta creencia ha sido condenada como una secta por algunos grupos religiosos y al menos una parlamentaria de la oposición expresó su espanto después de que Cranmer obtuviera permiso para practicar el satanismo en un buque de la Marina.

"Estoy absolutamente conmocionada por esto," dijo la parlamentaria conservadora Anne Widdecombe.

"El satanismo está mal. Obviamente las creencias privadas de los individuos incluso en las fuerzas armadas son asunto de cada uno, sólo espero que esto no se propague," añadió.
(*) Por cierto que el excombatiente de la Guerra de las Malvinas es el amigo que me mandó este cable de Reuters. El otro tenía dos años en 1982.

martes, 26 de octubre de 2004

La pregunta está planteada aquí en estos términos. Hay más sobre la cuestión aquí también.

Pero lo que sigue no es exactamente una respuesta a esa pregunta sino algunas consideraciones en torno al asunto. De hecho la pregunta es tan antigua como el propio Cristianismo.

Creo, de todos modos, que hay que distinguir. Mucho antes de contestar la pregunta, tal vez haya que hacer algunas precisiones. Precisiones seguramente también conocidas, respecto de cosas no menos conocidas. Y eso puede resultar largo.

Cuál es la mejoría que podría pedírsele al Cristianismo.

El mero hecho de existir no sé si es bastante motivo para un juicio de residencia. En cualquier caso, si esa fuera la razón, está tan obligado a responder como lo estaría el islam o el judaísmo o el capitalismo, o el rock. Y puesto en igualdad de condición, ni siquiera tendría que contestar demasiado precisamente. Bastaría con decir que para unos puede haber resultado una mejoría y para otros no.

Pero, allí nomás comienzan las distinciones.
ver

La primera cuestión, creo, viene del nombre y de lo que está detrás del nombre. El Cristianismo se llama así por Cristo, por Jesucristo.

Entonces, la primera cuestión es acerca de Cristo. Y hay dos posibilidades: es o no es Dios. Si es, la pregunta y la respuesta serán teológicas en grado sumo, y el tratamiento de este asunto requiere de un método completamente distinto a la discusión digamos 'política' o social, para que no se vuelva apologética insulsa o alarde de ingenio iconoclasta.

Si no es Dios, la cuestión podría devenir antropología, historia de la cultura, hasta historia de las religiones, en tanto que lo que haya iniciado o inspirado eso pretenda. Y creo que, en este último caso, todo pierde considerablemente interés. O tiene el mismo interés que la pregunta acerca de si Pitágoras trajo mejoría alguna al género humano.

Ahora bien, si es Dios, habrá que ver quién es Dios. Y si Dios es eso que dicen los Evangelios -y toda la Escritura, desde el Génesis hasta el Apocalipsis- de Cristo (que es donde aparece mencionado.) Y aun si Él es eso que el propio Cristo dice de sí, de Dios, en los Evangelios.

Ya a esta altura estamos en un terreno que pertenece a la Fe (incluso escribiéndola con f minúscula, para que los agnósticos no se exasperen.)

Sin embargo, lo que en esta materia pertenece a la Fe no es la existencia de Dios, ni si Cristo es Dios, sino la afirmación de ambas cosas.

Pero si Cristo es Dios, si es el Hijo de Dios, si es el Redentor y es verdad lo que dicen de Él y lo que dice Él de sí en el Nuevo Testamento, y si es el que anunciaron los Profetas y lo que de Él se figura en el Antiguo Testamento, entonces la pregunta acerca de la mejoría que Él pudo aportarle a los hombres, está contestada allí donde Él la haya contestado. Por boca de otros, o por la propia. En la Escritura y en la subsiguiente Tradición.

Bastaría tal vez decir que Él es el Camino, la Verdad y la Vida. O decir de Él lo que Él dice de sí: Sin mí nada podéis hacer. Para lo cual habrá que especificar que 'hacer' supone 'ser redimido', en primer lugar, algo que sin Él no se puede. En cuyo caso, si por Él podemos hacer algo que necesitamos hacer, y sin Él no podemos hacerlo, ésa es la mejoría que Él aportó.

Supongamos que admitimos esto -aunque fuera concediéndolo a desgano para que la conversación continúe-, entonces habrá que advertir allí mismo que, sin admitir esto, volveríamos al punto en el que un líder social, moral, intelectual, es investigado para ver si valió la pena su empeño.

Llegado el caso de que sólo se le concediera a Jesús ser un 'líder', tanto se podría decir de Él como -en cierto pie de igualdad- de otros, que para muchos han sido tan inspiradores como Él. Y esto va desde el Che hasta Carlomagno. Desde Lutero hasta John Lennon. Por mantenernos en Occidente, es decir más o menos de este lado del Tigris y el Eufrates. Aun allí tendríamos ocasión de preguntar por Clodoveo, Constantino, Atila o Mahoma, o por Alejandro Magno, Platón o Averroes, Julio César o Ramsés II, o incluso con más razón por Abraham o Moisés.

Varios de estos nombres, desde el punto de vista histórico, pueden llamarse a sí mismos inspiradores del mundo occidental. Y con el mundo occidental -en cuanto tenga ya hoy de 'occidental' todo el entero mundo- también inspiradores del mundo tal como lo tenemos en nuestros días. Si fuera el caso de que el entero mundo tuviera mezcladas en su estado actual otras tantas influencias de otros tantos y más nombres inspiradores, desde el Ártico hasta la Antártida y desde Polinesia hasta las pampas, no habría sino que ampliar la lista de destinatarios de la pregunta.

Pero si nos centráramos en Cristo por entender que es el fundador del Cristianismo y esta religión -o incluso esta civilización o cultura- ha sacado ventajas respecto de las demás, habría que preguntarse si de hecho ha sacado ventajas y en qué sentido, si debe ser considerada aparte de las restantes religiones o si es que nos interesa personalmente por alguna razón en particular, por ejemplo porque es nuestra religión. O porque las demás no nos escuecen tanto como ésta, sea la que profesamos o la que más detestamos.

No sin motivo, los cristianos solemos tener la impresión de que se nos cuestiona de un modo distinto a como se les pregunta y pide razón a los brahamánicos o a los reducidores de cabezas del Orinoco. Solemos oír, por ejemplo, que los aztecas tienen más derecho a proclamar su credo fundado en sacrificios humanos que el derecho que tiene la oposición de los cristianos a esta práctica.

Creo que a los cristianos se nos echa en cara a la vez el ser miembros de una religión diferente a las demás y el hecho de que proclamemos esto mismo. Todo el tiempo se nos pide que demos pruebas de que somos miembros de una religión diferente. Incluso de una religión superior a las demás. Incluso, más, que justifiquemos en qué sentido pertenecemos a la verdadera religión y todavía más, a la única verdadera.

A veces, la agresividad con la que se niega al Cristianismo cualquier supremacía resulta un tortuoso e indirecto homenaje a su supremacía.

Esto nos lleva a trasladar la pregunta por la mejoría, del Fundador a la Iglesia por Él fundada. Sin embargo, lo que la Iglesia es según su naturaleza y el subsiguiente modo de obrar que haya tenido en la historia, también es materia de un análisis que no puede ignorar la teología, su método, sus fuentes y su modo de razonar.

Básicamente, la acción -y el fin- de la Iglesia fundada por Cristo (que deberíamos aquí llamar Cristianismo) es la de continuar la obra redentora en su misión primeramente sacerdotal: el gobierno de la asamblea de los fieles encomendado por el Fundador, la enseñanza de la Palabra predicada por el Fundador y la administración de la Gracia necesaria para la Redención obtenida por el Redentor que es su Fundador.

Es decir, la Iglesia, como la Virgen en su seno, debe engendrar, enseñar y alimentar a los hijos de Dios.

En este sentido, si fue intención y voluntad del Redentor, continuar la obra redentora a través de una institución, social y mística, la mejoría que la Iglesia pueda aportar a los hombres -y que haya aportado-, está en su origen y en su misma naturaleza, primeramente. Y en su acción, después, aunque inmediatamente después. Primero la elección y después la misión.

Ahora bien, en este sentido y en este punto, el Cristianismo tiene que responder una parte esencial de la pregunta. Cuando se le pregunta respecto de la mejoría, se le exige probar no sólo que el mundo es distinto después de su instauración, cosa evidente desde varios puntos de vista (desde la trivial cuenta de años que llevamos hoy y que nos remite a un episodio 'cristiano' de hace dos mil años), sino que, más fundamentalmente, se le pide que exhiba el aumento de bien en la historia del hombre y del mundo, por acción precisamente del Cristianismo.

Por cierto que hay otra distinción posible -y tal vez necesaria- respecto del Cristianismo. Porque o el Cristianismo es lo que Cristo quiso que fuera, como espíritu, modo de ver y entender todas las cosas, pero, más importante y definitorio, un modo de ser delante de Dios y delante de los hombres, o es alguna adulteración de todo esto. No parece que tuviera ningún sentido preguntarle al adulterado si es bueno o si ha aportado alguna mejoría al hombre, salvo accidental o superficialmente. Tampoco parece útil preguntarse si hay que entender al Cristianismo como una cosmovisión, como una doctrina espiritual y moral o como una práctica. Porque, tomando por separado cada una de tales cosas, el Cristianismo es irrelevante en sentido teológico, incluso en el sentido mismo de la pregunta que se le formula. Ni siquiera tomando las tres cosas juntas se alcanza a definir al Cristianismo.

Con todo, para que se llegue al tono 'cultural' que entiendo también suele haber en las preguntas sobre la mejoría que el Cristianismo aportó o no a los hombres, me parece que debe establecerse todavía una distinción más.

La Iglesia, en la historia humana, pudo, a su vez y además de su acción propia, haber puesto en marcha o haber ayudado a poner en marcha o haber inspirado la puesta en marcha de una forma social, de una civilización, que solía llamarse hasta hace un tiempo la Cristiandad.

Sin embargo, así como Cristo no es idéntico al Cristianismo -ni al Cristianismo en sí mismo y menos tal como éste sucede en la historia (es decir a la Iglesia y su existencia histórica)-, menos aún es idéntica la Iglesia -como fundación de Cristo y en su misma existencia histórica- a la civilización que el Cristianismo pudo inspirar o 'inculturar', esto es, a la Cristiandad.

Entonces se impone, creo, una nueva distinción, ahora respecto de la Cristiandad.

En este punto, suelo encontrar fastidiosa la enumeración de logros culturales de la Cristiandad o inspirados en las sociedades de hombres que formó o sobre las que influyó. No es que no haya habido tales logros. Ni que tales logros no sean objetivamente una mejoría en el modo de vida individual y social del hombre a lo largo de la historia de veinte siglos, incluso en aspectos muy importantes.

Lo que creo es que sin la razón por la cual fue posible lograr un grado determinado de civilización, el grado alcanzado en cuanto tal me parece que es irrelevante. Y su encomio me resulta irritante.

Si alguien dijera que el Cristianismo es útil porque logró generar una civilización como la Cristiandad que directa o indirectamente arribó felizmente al invento del freezer, promoviendo la ciencia y el conocimiento, creo que no está diciendo lo que el Cristianismo hizo por el hombre. Ni siquiera estaría diciendo lo que aquello que se denomina Cristiandad ha hecho por él. Si lo dijera cualquiera, igual estaría mal.

El Cristianismo no existe para promover el bienestar humano en el sentido material o cultural. No está para producir obras de arte excelso, ni siquiera para generar un estado de serenidad de espíritu que lo logre. O para darle confianza a la razón humana para que encuentre finalmente más y más fronteras a sus espaldas. Tampoco fue instaurado para promover sistemas más justos, ni justicias más perfectas en los tribunales, ni gobiernos que distribuyan riquezas o ricos que no las acumulen, ni para dar de comer a los pobres, ni para curar a los enfermos, ni para atender a los leprosos o hacer escuelas de curas o de monjas, ni universidades cristianas, ni clubes de fútbol católicos.

El Cristianismo no existe para eso. Pero lo ha hecho a lo largo de veinte siglos. Lo han hecho reyes y monjes cristianos, gobernantes y gobernados, médicos, escultores y duquesas, comerciantes, soldados y mendigos.

El Cristianismo existe para hacer cristianos. Está en la misión de los apóstoles: vayan y bauticen, y anuncien el Evangelio.

El Cristianismo y la Iglesia son la madre de cristianos, engendran en su seno cristianos. Engendrar cristianos significa distribuir la Redención 1) en la Palabra que predica la Redención (es decir en la Fe que se recibe) y 2) en la Gracia que redime, que sana y salva lo que está enfermo y caído, necesitado de Redención.

Si ser cristiano es una mejoría para el hombre y el Cristianismo y la Iglesia han engendrado cristianos, han hecho algo por esa mejoría.

Sigo pensando, con todo, que algo en las preguntas referidas a estos asuntos lleva otro camino. Más bien poniendo el acento en que, a lo largo de la historia, la Cristiandad se ha mostrado muy poco cristiana hartas veces y lejana de Cristo, otras tantas. Y opuesta a Él, otras no pocas.

También esas preguntas sobre la validez del Cristianismo suelen referirse a la infidelidad de la Iglesia misma, no ya tan sólo a las obscuridades y asquerosidades de una civilización que Ella inspiró.

Suelen referirse, entre otras muchas imputaciones, a su codicia y petulancia, a su fariseísmo o desvío. A su adulterio y a su falta de caridad, a su preferencia por el mundo, a su apetito de poder, a su apostasía, a su tortuosa forma de humildad, que esconde un satánico orgullo. Así como -aunque es curioso que con menor frecuencia- a la excluyente humanización del mensaje y de la obra redentora de Cristo.

Si a esto se refirieran las habituales preguntas sobre la validez del Cristianismo, si esas preguntas fueran detrás de respuestas de este tipo, creo, por una parte, que habría que cambiar las preguntas. Porque, una vez admitidas todas las inmundicias, hipocresías y excrecencias presentes y visibles en la Iglesia, y en la civilización que el Cristianismo pudo inspirar, todavía queda algo por afirmar: si fuera verdad que el hombre necesita redención, si fuera verdad que Cristo es Redentor, si fuera verdad que Cristo estableció una Iglesia para continuar su obra redentora, si fuera verdad que la Iglesia que estableció es esta Iglesia que conocemos y vemos a lo largo de estos veinte siglos, si fuera verdad que esta Iglesia que llamamos y profesa el Cristianismo es la misma que continuó esa obra y si fuera verdad que además generó una civilización que buscó hacer que todas las cosas fueran nuestras, nosotros de Cristo y Cristo de Dios, entonces la respuesta substancial sería la misma: sí, el Cristianismo sí trajo mejoría al hombre.

Cuánto le salió bien a la Cristiandad de aquello que puso en movimiento es algo que solamente en parte es atribuible al Cristianismo, es decir a la Iglesia fundada por Cristo. Y en nada es atribuible a Cristo, para el caso.

Él mismo estableció una primera comunidad integrada por la misma clase de hombres que se multiplicará en la historia más tarde.

Pedro, falto de Fe hasta hundirse en el mar del mundo, haciendo que por su boca hable Satanás, violento, cobarde, conservador de las tradiciones judaicas en contra de la ley de la Gracia, era la cabeza de aquel grupo elegido por Cristo. En ese conjunto militaba el evidente Judas, otro elegido, y también los apóstoles que se peleaban por ver quién se sienta cerca de Jesús o el otro que espera la restauración carnal del reino de Israel.

Así las cosas, todo ello debería imputársele ya no a la Cristiandad ni a la Iglesia y al Cristianismo, sino a la 'ineficacia' del propio Cristo, que allí no actuó a través de institución alguna, sino en persona. Y más. No alcanzó su presencia inequívoca para arrastrar al pueblo de Israel, su elección histórica, que tanto lo aclamó como acompañó su sentencia, tampoco hizo caer enceguecidos por su Gloria a los paganos, tampoco mejoró substancialmente las cosechas, ni derogó la muerte corporal, ni la codicia, ni la lascivia, ni el homicidio. Y no porque Cristo no haya actuado, o porque no haya predicado el Evangelio que debía predicar o distribuido gracias y bendiciones.

Pues lo que haya hecho Él se le puede atribuir también a la Iglesia que fundó.

La pregunta por la mejoría que trajo el Cristianismo se refiere en primer lugar a la acción de la Gracia, entonces. Y es lo mismo que preguntar si la Gracia mejoró en algo al hombre. Aun en el caso de hacer mejor la vida social.

Allí, además, habría que preguntar con qué se compara al hombre a partir del Cristianismo. Incluso qué del hombre se compara (y no hay más remedio que comparar porque lo pide la pregunta, toda vez que 'mejor' es comparativo.)

Habrá que insistir entonces en que, en primer lugar, el Cristianismo hizo un hombre nuevo. Reformó, restauró la naturaleza y el estado en que había quedado tras el pecado, algo necesario para que la creatura pudiera volver al Creador.

Después recién hay que mirar la acción del hombre -ahora con acceso a la Redención- dentro y fuera del Cristianismo, pero siempre a partir del Cristianismo.

Y si resulta evidente que el Cristianismo estableció nuevos modos de actuar, que inspiraron una mejora en el modo humano de vivir, nuevos modos de actuar individual y socialmente que se fundan en un nuevo modo de ser del hombre redimido, también es evidente que ni Cristo y menos aún el Cristianismo pueden violentar ni violentan la acción humana.

Más aún, la profecía -que es parte substancial de la Encarnación y de la acción de Dios en la historia- advierte más bien un camino recesivo en la acción humana. Esto es, pasando el tiempo -alejándose de la Encarnación y acercándose a la Parusía-, el hombre será 'menos cristiano', la sociedad de los hombres será 'menos cristiana'. Así lo dicen las figuras y profecías del Antiguo Testamento que se refieren tanto a la Primera como a la Segunda Venida de Cristo en forma superpuesta, así lo dice el Nuevo Testamento -especialmente en el Apocalipsis- y así lo dice el propio Cristo. Y aun así, la situación del hombre habría mejorado.

Esto, tal vez, puede mover a escándalo. Esto puede ser un tropiezo aun para la Fe. Pero debería considerarse muy serenamente y hasta donde se pueda quién es Dios, cuál es su 'plan' respecto de la redención del hombre, quién es el enemigo del hombre y de Dios, cómo actúa, qué le disputa a Dios, y, por fin, qué clase de ser es el hombre que Dios quiere redimir y a la vez preservar en la naturaleza que Él mismo le ha dado.

También creo que, al fin y al cabo como al propio Cristo, pero ahora con mejores oportunidades, al Cristianismo se le puede armar un proceso, amañarle testigos, falsear testimonios, para terminar condenándolo porque ha blasfemado.

Se puede hacer con la leña verde, también se puede hacer con la leña seca.

lunes, 25 de octubre de 2004

Como dicen los comentaristas deportivos, éstas son las cosas que le hacen mal al periodismo. O a la religión. O al periodismo religioso. O a la religión periodística.

En La Nación de hoy, con título de novela de espionaje de segunda clase, aparece un pormenorizado y tedioso artículo de sociales (quizá también turístico) que, por descuido de los editores, seguramente, ha sido puesto en una sección que tienen que se llama Actividad Religiosa.

Pero, y para que no se diga que Sociales o Turismo son secciones frívolas o aburridas, el engendrito no está falto tampoco de pequeñas, 'atrevidas' e irreflexivas consideraciones sobre, digamos, el cielo y la tierra.

domingo, 24 de octubre de 2004

Comenta Santo Tomás (en el capítulo II de su Comentario al Evangelio de San Juan) el milagro de las Bodas de Caná. Por ejemplo, la expresión No tienen vino (Jn., II, 3.):
Antes de la Encarnación de Cristo llegaron a faltar tres clases de vino, a saber: el vino de la justicia, el de la sabiudría y el de la caridad o de la gracia.

Puesto que el vino rasca el paladar, por eso la justicia se llama vino. El samaritano echó vino y aceite en las heridas del maltratado, esto es, la severidad de la justicia con la dulzura de la misericordia. (Luc., X, 34.) En el Salmo (XLIX, 5) se lee: Nos diste a beber vino de compunción.
El vino, además, alegra el corazón, conforme a aquello del Salmo: Y el vino que alegra el corazón del hombre (CIII, 15). Por esto se dice vino a la sabiduría, cuya meditación alegra sobremanera, como dice la Escritura: Ni su conversación tiene amargura. (Sap., VIII, 16.)
El vino, por otra parte embriaga: Comed, amigos, y bebed, embriagaos, los muy amados. (Cant., V, 1.) Por esta razón se llama vino a la caridad: He bebido mi vino con mi leche. (Ibid., 1.) También se llama vino a la caridad por razón del fervor: El vino que engendra vírgenes. (Zach., IX, 17.)

He oído decir muchas veces que los escolásticos (y especialmente Santo Tomás) son secos y lógicos, faltos de creatividad y de poesía. Es cierto también que he oído cientos de pavadas en mi vida. Vaya a saberse qué diantres quiere decir poesía, o sequedad, o creatividad. No tiene lógica...

sábado, 23 de octubre de 2004

¿Y siempre, siempre?

¿Y siempre, siempre he de mirar, Dios mío,
pese a todos los años que han pasado,
desnudo el campo que elegí por prado,
desierto el cauce que debió ser río?

¿Y lo que tanto quiero y tanto ansío
no habrá de ser, me habrá de ser negado?
¿Y el corazón que entero he dedicado
por siempre y siempre he de sentir vacío?

Muchos los años son que en esto llevo,
mucho el amor que he puesto y la esperanza,
pero, ya ves, ya ves, nada ha valido.

Sin fin me obligo a comenzar de nuevo
y es inútil, lo nuevo nunca alcanza.
¿Siempre he de ser, Dios mío, el que no ha sido?

Jorge Vocos Lescano

Éste es el último del libro, pero encontré -releyendo- otro más.

Es extraña esa sensación de cierta estupidez (que diría Chesterton) que le viene a uno por no haber visto la primera o la segunda vez lo que está ahí, desde antes que uno siquiera mirara.

viernes, 22 de octubre de 2004

Hay cosas de las que los doctores hablan de un modo tan sereno y habitual, que pasma. Y no sé si es más impresionante lo que dicen o el que lo digan sin parecer pasmarse. O será que nuestra poca sesera, falta de entendimiento, o de fe, tiene por inmenso lo que apenas si es lo que es.

Por ejemplo, hablando sobre la necesidad (*) de la Encarnación del Verbo, Santo Tomás dice en la Suma Teológica (III, q. 1, a.2):
No solamente fue necesario que Dios se encarnara para la promoción del hombre al bien, sino también para la remoción del mal (...) El hombre se instruye por esto para que no prefiera al diablo a sí mismo, no venere al que es el autor del pecado. A este propósito dice San Agustín (De Trinit., lib. XIII, cap. 17): "Puesto que Dios pudo unirse a la naturaleza humana de tal modo que se hizo una sola persona, no se atrevan, por eso, aquellos espíritus soberbios y malignos a anteponerse al hombre, porque no tienen carne."
Un poco antes (III, q. 1, a.1), dice, respecto de Dios:
Dios es grande, no en volumen, sino en virtud; por consiguiente, la magnitud de su poder no siente ninguna estrechez en lo angosto. Si la palabra fugaz del hombre es oída simultáneamente por muchos y toda entera por cada uno de ellos, no es increíble que el Verbo de Dios subsistente esté a la vez en todas partes todo entero.
(*) Con necesidad de medio: es decir, algo con lo cual se llega mejor y más convenientemente al fin. No dice necesario en el sentido de aquello sin lo cual algo no puede existir, que eso es necesidad absoluta. Lo recordó en el artículo primero en esta misma cuestión.
Copla

De loma en loma
como yerbabuena
llora la paloma
su azul de pena


De loma en loma
busqué mi suerte
y hallé perderte
de loma en loma.

Como yerbabuena
se me aroma el día;
yo que te quería
como yerbabuena.

Llora la paloma
su amor y el nido;
pues los ha perdido
llora la paloma

Su azul de pena
me da y me tiñe
porque te ciñe
su azul de pena.

De loma en loma
como yerbabuena
llora la paloma
su azul de pena.

jueves, 21 de octubre de 2004

Lo que son las cosas. Uno visita a un amigo. Está hablando por teléfono, tarda. Y uno se pone a mirar libros, con desgano primero, con avidez al fin. Y encuentro un poema. Me alegra encontrarlo. Tiene mucha fama en ciertos círculos. Y es bueno. Me leí el librito en el que está (mientras el otro habla...)
Se llama "El alma hasta la superficie", es de 1954, está en las Obras Completas que le publicó la Academia Argentina de Letras, en 1979. Hay sólo sonetos, en este librito. Además del famoso, encontré otros dos. El resto...sí, bien. Pero, como decía un poeta cierta vez, hay bastante de "prestigio poético", como si dijéramos, pensando y sintiendo líricamente, que es lo que no se debe hacer. Porque así suelen salir frases y palabras que parece que son las que correspondería poner en un poema si uno fuera poeta. Eso es prestigio poético. Hay que ver, pensar, y sentir, y, si se es poeta, sale lírico lo que se dice.

Por ahora, vaya el primero (los otros dos no se salvan... ya vendrán. Uno, sobre todo, me gusta mucho.)
A Lucas Padilla

Mientras la noche aliente las pasiones
y "El Tropezón" estalle de alegría,
hablemos, Lucas, de filosofía,
gastemos todas las preocupaciones.

Tú que las tienes, trae las razones:
-"Dijo Platón, Santo Tomás decía..."-,
pero tráelas antes de que el día
vuelva a los ojos y a los corazones.

Después, después, cuando la luz se instale,
la hora, el mundo y la melancolía,
nos harán ver que la razón no vale.

Pero entretanto no haya sucedido
y el mozo traiga el último pedido,
hablemos, Lucas, de filosofía.

Jorge Vocos Lescano
Entonces el amigo termina de hablar. Y sirve un 100 Pipers, mitad whisky, mitad agua natural. Y me fumo sus cigarros. Y, además, en represalia por la espera, escribo esto, en sus propias barbas.
Es muy difícil andar buscando definiciones y precisiones cuando se habla de cultura. Hablo de la cultura humana. Porque otra no conozco.

Por el momento, y hasta el momento, creo que la cultura es la obra humana, aquello que el hombre hace, aquello que lleva la huella de lo humano, en tanto que humano.

Pero como no se obra humanamente sin una concepción previa, toda cultura es antes que nada una concepción y esto es lo primero que el hombre hace: concebir. Las obras subsiguientes dependen de esa concepción.

Así las cosas, diría que cultura es la respuesta que el hombre da a tres preguntas. O a una sola en tres partes, porque, al fin de cuentas, en la concepción del hombre cada una de estas tres cosas están unidas entre sí, no importa cuál sea la respuesta que se tenga para cada una de las tres.

Y esas tres cosas por las que el hombre pregunta y cuya respuesta es la concepción que da forma a una cultura son: Dios, el hombre y las cosas.

Sobre las tres cosas pregunta y se pregunta el hombre. Y lo primero que pregunta es si existen y qué es cada una.

De las respuestas que se dé -y que dé- dependerá su obrar.

Creo que la cultura comienza con esa primera huella de lo humano.

Ver. Mirar. Admirar. Querer saber. Todo al modo humano. Allí comienza la cultura. Y el obrar y el hacer que sigue a lo concebido, es lo que sigue.

Todo aquello sobre lo que el hombre tiene alguna concepción, creo que puede resumirse a estos tres ámbitos: Dios, el hombre, las cosas.

Las relaciones sobre estas tres cosas podrán establecerse antes o después de dar la respuesta sobre cada una en particular. En cualquier caso, es parte del asunto que las respuestas a esto que ha percibido de sí y de lo otro -y de lo Otro-, le digan si tales cosas percibidas están en conexión o no.

Podrá afirmar o negar la existencia de cada cosa. Podrá definir de un modo u otro. Podrá afirmar o negar la relación entre estos tres ámbitos.

Y tal como sea la respuesta, así será la cultura que depende de tales concepciones. La respuesta y lo concebido podrá parecerse más o menos a lo obrado según esa concepción, pero, de todas maneras, una cosa depende de la otra. Aunque más no fuera para señalar la incoherencia entre una concepción y la obra que en apariencia debería fundarse en ella.

Por otra parte, tanto da de dónde provengan las respuestas que el hombre halle o se formule. No estoy discutiendo ese punto. Simplemente digo que, vengan de donde vinieren, para poder considerarse cultura, y fundamento de una cultura, esas respuestas tienen que adquirir el estado de concepción humana.

martes, 19 de octubre de 2004

Clarín se empecina en sostener que tiene una revista que ellos dicen está dedicada a la cultura. Que digan lo que quieran, asunto de ellos. Y de los que la leen convencidos (¿complacidos?) de que es efectivamente eso.

Son cosas que se dicen y quién se va a tomar el trabajo de ver si es cierto o no. Una vez que está dicho, así es. Como eso que dicen los norteamericanos, que tienen un tipo que es un filósofo, y hasta el más filósofo de todos los filósofos de los que podría haber en el norte, por lo menos según dice la revista ésta que Clarín sostiene que está dedicada la cultura.

Yo qué sé. Ni sé bien qué quieren decir cuando dicen cultura. A mí me parecen una sarta de disparates sofisticados, como caramelos de dulce de leche espeso que se te pegotean en los dientes. Mucho nombre de filósofo profesional, mucha palabra compuesta, mucho jugar con abalorios delante de los cultos analfabetos. Eso sí, están todas las palabras que hay que decir, sobre los temas de los que hay que hablar (incluso diciendo algunas veces que son temas de los que nadie habla, porque eso le da un aire atrevido como de contracultura que es de lo más cultural...)

Me parece que la verdad es que jamás sacan los pies del plato. Tal vez piensen de veras todas esas cosas que dicen. Yo creo que no del todo. Creo que, en realidad, se mueren de miedo. Creo que creen que si alguien los oye decir algo que no sea lo que se está diciendo, lo que hay que decir, se les va a caer el telón, se les apaga la luz, los echan de la fiesta, a la intemperie, a la gehena, adonde habrá llanto y rechinar de dientes. Es decir, los sacan del mundo, de las editoriales, de las revistas, de los diarios, de las entrevistas, de la televisión. Ojalá fuera siquiera que hablan por ideología, ese pedacito de mundo pintado a imagen y semejanza de lo que dice que tiene que ser el decálogo substituto que muchos profesan (y no sé si todos, en algún sentido, tan atados a clichés como estamos, tratando de simplificar y de tener una verdad oportuna a mano...) Pero me parece que ya ni siquiera es eso, que, aunque no es muy saludable para saber qué y cómo son las cosas, al menos es una mirada que parece preocupada por saber y hasta a veces furiosa, sanguíneamente preocupada.

Ahora, claro, si uno mira esto y aquello y va leyendo por aquí y por allí las cosas que parece que les importan y por qué les importa, y las conclusiones que sacan, no sé qué decir, para mí que ya no es cuestión de que piensen bien o mal, por ahí ya son 'álogos', tal vez lo que pasa es simplemente que estos "tíos están todos chalaos..."

lunes, 18 de octubre de 2004

El zorzalito

Salió del nido una tarde de verano, dio un revuelo con sus alas todavía un poco inseguras, se sentó en la copa del aguaribay, emitió un silbido agudo que hizo callar atento a todo el monte, y después ensayó un gorjeo y luego un trino que salió lleno y limpio como el viento de la tarde entre las hojas.

Él mismo extrañaba la potencia y agilidad de su garganta. La Calandria, para oírlo mejor, voló hasta su rama en silencio. El Zorzalito entusiasmado había iniciado una magnífica sinfonía. El zumbido de la brisa, las quejas de las hojas, la orquesta rumorosa del amamnecer, el aliento de la noche estrellada, el grito de los árboles bajo el sacudón de la tormenta, todas las hondas impresiones que había recogido en su nido, pasaron a su garganta y se vertieron en el silencio crepuscular
convertidas en sonidos tan hermosos que la Calandria creyó que ella misma nunca había entendido el monte hasta el momento...

Calló el Zorzalito y se hizo un silencio armonioso en el monte. Y entonces un Gorrión superficial que no entendía de música, exclamó bruscamente:

-Qué feo queda. Cuando hincha la garganta parece un sapo.

Y la Calandria, el Jilguero, el Tordo, el Cardenal y el Boyero, que entendían de música, arrobados en su admiración, no dijeron nada.

El Zorzalito levantó el vuelo todo cortado, y se perdió a lo lejos convencido de haber hecho un papelón. Y desde aquel día ya no cantó jamás. Porque cuando el corazón le pedía canto, le venía a las mientes la imagen de la garganta del sapo y el alma se le caía a los pies, amargada para siempre por aquella primera y repentina desilusión...

Los que entienden, que alaben a los que valen, no sea que vengan los que no valen y se hagn dueños del mundo.

Leonardo Castellani, Camperas


Otra inusual dedicatoria (y tendrá que ser cierto, para que lo de inusual sea verdadero): Para Ramiro y otros de su generación, por distintas razones y por la misma.

domingo, 17 de octubre de 2004



Me pasaron la dirección y me puse a mirar las fotos. Varias son muy impresionantes.

De las que vi, esta me llamó la atención más que las demás. Ni en un millón de años habría adivinado de dónde salió. Después descubrí que tenía una leyenda con su origen. Sorprendente.

sábado, 16 de octubre de 2004

Dice La Nación que dice The New York Times que pasó esto , que en realidad se refiere a esto y que, según parece, está armando su bonito lío. Asunto bastante viejo ya (según la velocidad de nuestros tiempos) pero que hoy por hoy llega hasta cosas como las que aquí pueden verse.

Todo esto está en relación con la misteriosa cuestión del 666 del capítulo 13, 11-18 del Apocalipsis de San Juan.
Y vi otra bestia que subía de (bajo) la tierra. tenía dos cuernos como un cordero, pero hablaba como dragón. Y la autoridad de la primera bestia la ejercía toda en presencia de ella. E hizo que la tierra y sus moradores adorasen a la bestia primera, que había sido sanada de su golpe mortal. Obró también grandes prodigios, hasta hacer descender fuego del cielo a la tierra a la vista de los hombres. Y embaucó a los habitantes de la tierra con los prodigios que le fue dado hacer en presencia de la bestia, diciendo a los moradores de la tierra que debían erigir una estatua a la bestia sque recibió el golpe de espada y revivió. Y le fue concedido animar la estatua de la bestia de modo que la estatua de la bestia también hablase e hiciese quitar la vida a cuantos no adorasen la estatua de la bestia. E hizo poner a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos, una marca impresa en la mano derecha o en la frente, a fin de que nadie pudiese comprar ni vender si no estaba marcado con el nombre de la bestia o el número de su nombre. Aquí la sabiduría: quien tiene entendimiento calcule la cifra de la bestia. Porque es cifra de hombre: su cifra es seiscientos sesenta y seis.

Aquí se detienen todos. Aquí no hay más que decir. San Juan deja esta cuestión allí. Pone, en griego, apenas tres letras: ji, psi, sigma. Se ha traducido casi siempre como seiscientos sesenta y seis(alguna que otra vez como 616, pero para que coincidiera con algunos nombres). Pero parece que está claro: Aquí la sabiduría: quien tiene entendimiento calcule la cifra de la bestia. Porque es cifra de hombre: su cifra es seiscientos sesenta y seis.

Qué significa la marca, cuál es, cuál es la cifra y qué significa cifra de hombre y qué significa la cifra que pone San Juan, no se sabe. Salvo quien con sabiduría, tenga entendimiento para saber esto. Por supuesto que yo no lo sé. Y tampoco conozco quién lo sepa. Y los que dicen saber algo sobre esto, dicen que no saben.

Castellani, por ejemplo, en su comentario del Apocalipsis, dice: "Los fieles de los últimos tiempos sabrán cómo se llama el Gran Emperador Plebeyo (se refiere a la bestia primera, la del mar, es decir el Anticristo); nosotros no lo sabemos".

Y aquí hay que recordar que hay dos Fieras o Bestias, una surgida del Mar y otra de la Tierra. El Mar simboliza lo mundano y la Tierra lo religioso. De allí, según esto, que el Pseudoprofeta (líder religioso) hace las veces de propagandista del Anticristo (líder político-religioso).

Éstos no son asuntos periodísticos. De modo que, en cualquier caso, tienen que ser tratados con cautela. Pero tratados.

Ahora bien, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
ver

Porque, por una parte -según se ve-, parecería que el asunto de los implantes sólo podría afectar a mentes infantiles, y primitivas. Mientras que los caletres científicos y maduros sonríen de soslayo mirando, como si fueran derviches y chamanes tribales, a aquellos que ven contar trabajosamente con los dedos los números de la Bestia.

En otra perspectiva, basta mentarle a algunos los avances científicos para que se encienda automáticamente el apocaliptómetro febril.

También están aquellos a los que todo esto les importa nada.

Y también, es cierto, están los equilibristas (ya que no equilibrados) que creen haber entendido lo de la sabiduría y entendimiento como una especie de nirvana imperturbable. Estos, o creen que todo se trata de símbolos (algo a lo que un occidental no debe temerle, pero algo que no debe tampoco tomar para nada en serio) y que, en consecuencia, no hay peligro alguno; o se refugian en un "no es nada que debamos escrutar", más bien transformando la fe en una especie de aceite que lubrica la vida social (también la paz y equilibrio interior), sin necesidad -todo lo contrario- de truenos o perplejidades proféticas.

Seamos justos. San Juan no tiene necesidad de asustar a nadie con la invención literaria de marcas que bien podrían ser implantes, como marcas que se llevan debajo de la piel y que pueden ayudar a controlar historias clínicas, como pueden controlar cualquier otra cosa humana, una vez implantados. Por ejemplo, comprar y vender y cosas así y todavía peores.

Tampoco hay que pensar que las inversiones fantásticas en "avances" tecnológicos se vuelvan obedientes con la Profecía salida de la boca de un pescador galileo de hace 2.000 años, por el puro gusto de no contradecirlo o, más épico todavía, para poder demostrar que las pavadas que soñaba un viejito en Patmos, hoy la ciencia las puede transformar en filantrópicas realidades.

De modo que, parece lo más justo pensar que San Juan estaba hablando de algo que iba a pasar (aunque no pudiera pasar en ese entonces tal como él lo estaba viendo en su Revelación). Como parece sensato admitir que lo que San Juan vio en su Revelación ahora sí puede pasar (y es posible que en varios sentidos esté pasando).

O no importa para nada lo que San Juan pudo haber visto porque no hay tal Revelación. Con lo cual este comentario no existe, ni tiene razón de ser, porque lo que lo que dice La Nación que dice The New York Times tampoco tiene ningún sentido.

Pero en La Nación dice que The New York Times dice que los tecnólogos e industriales están contento con la aprobación que les han dado en los States, porque eso atenúa el temor de los que puedan -alocada o sensatamente- mirar la Profecía cada vez que les mentan el implante.

Sí, perdón. Me estoy riendo un poco del nirvana de los sensatos y aplomados. Y también de los apocaliptómetros febriles.

En definitiva, creo que todo el asunto está en qué se supone que revela la Revelación.

Porque si se viera claramente que la Parusía es una Buena Noticia, y es el final de la Buena Noticia, porque el Reino es una buena noticia, los desastres que la rodean o preceden no serían menos desastrosos, pero tampoco serían el sujeto de la oración.

No sólo no está mal vigilar y orar, está mandado, como está advertido también que estas cosas pasarán. Porque entre el Uno y el Otro hay guerra. Y lo que no se le creyó a Uno, se le creerá antes del final al Otro.

Pero precisamente eso no es lo único advertido.

Porque el sujeto de la oración es Cristo, que vuelve. Y la oración es Cristo vuelve.

Y eso, entre otras cosas, es la noticia (que no está en La Nación ni en The New York Times).

viernes, 15 de octubre de 2004

El templo vacío

No sé de dónde brota la tristeza que tengo.
Mi dolor se arrodilla, como el tronco de un sauce,
sobre el agua del tiempo, por donde voy y vengo,
casi fuera de madre, derramado en el cauce.

Lo mejor de mi vida es el dolor. Tú sabes
como soy. Tú levantas esta carne que es mía,
Tú esta luz que sonrosa las alas de las aves.
Tú esta noble tristeza que llaman alegría.

Tú me diste la gracia para vivir contigo.
Tú me diste las nubes como el amor humano.
Y al principio del tiempo, Tú me ofreciste el trigo,
con la primera alondra que nació de Tu mano.

¡Como el último rezo de un niño que se duerme,
y con la voz nublada de sueño y de pureza
se vuelve hacia el silencio, yo quisiera volverme
hacia Ti, y en Tus manos desmayar mi cabeza!

Lo mejor de mi vida es el dolor: Tú hiciste
de la nada el silencio y el camino del beso,
y la espuma en el agua para la tierra triste,
y en el aire la nieve donde duerme Tu peso.

¡Señor, Señor! Yo he hecho mi voluntad. Yo he hecho
una ley de mi orgullo, pero estoy vencido.
Como una madre humilde que me acuna en su pecho
mi espíritu se acuesta sobre el dolor vivido.

Sobre la carne triste, ¡sobre la silenciosa
ignorancia del alma como un templo vacío!
¡Sobre el ave cansada del corazón que posa
su vuelo entre mis manos para cantar, Dios mío!

Soy el huésped del tiempo; soy, Señor, caminante
que se borra en el bosque y en la sombra tropieza,
tapado por la nieve lenta de cada instante,
mientras busco el camino que no acaba ni empieza.

Soy el hombre desnudo. Soy el que nada tiene.
Soy siempre el arrojado del propio paraíso.
Soy el que tiene frío de sí mismo. El que viene
cargado con el peso de todo lo que quiso.

Lo mejor de mi vida es el dolor. ¡Oh lumbre
seca de la materia! ¡Oh racimo estrujado!
Haz de mi pecho un lago de clara mansedumbre.
¡Señor, Señor! Desata mi cuerpo maniatado.

Leopoldo Panero, en Escrito a cada instante.

jueves, 14 de octubre de 2004

Lugares paralelos. Por ejemplo, Brideshead Revisited, el soneto Del admirable Pescador y La sabiduría del Padre Brown.

Aquí, habla Charles Ryder, el narrador de la novela de Evelyn Waugh, con la hermana menor del protagonista, Sebastian Flyte:
-¿Sigues intentando convertirme, Cordelia?
-Oh, no. Todo eso también se ha acabado. ¿Sabes lo que le dijo papá cuando se hizo católico? Mamá me lo contó una vez. Le dijo: "Has vuelto a llevar a mi familia a la fe de sus antepasados". Ya sabes, muy pomposo. La gente reacciona ante la religión de maneras diferentes. Al menos, en la familia no han sido muy constantes ¿verdad? Él la ha dejado, Sebastian la ha dejado y Julia la ha dejado. Pero Dios no permitirá que la dejen por mucho tiempo ¿sabes? me pregunto si te acuerdas de la historia que nos leyó mamá la primera noche que Sebastian se emborrachó...; quiero decir la noche mala. El padre Brown dijo algo así como "le cogí (al ladrón) con un anzuelo y una caña invisibles, lo bastante largos como para dejarle caminar hasta el fin del mundo y hacerle regresar con un tirón del hilo".
Y el soneto de Marechal, publicado en Sonetos a Sophia.
Perdido manantial, llanto sonoro
dilapidado ayer en la ribera
de la tribulación, ¡quién me dijera
que pesarías en balanza de oro!

Rumbo de hiel que todavía lloro,
crucero sin honor y sin bandera,
¡Quién me diría que a la primavera
del cielo caminaba tu decoro!

Y cuando recelosa y desvelada,
puesta en su mismo llanto la mirada,
mi soledad entre dos noches iba.

¡Quién le dijera, para su consuelo,
que abajo estaba el pez en el anzuelo
y el admirable Pescador arriba!

Lo curioso podría ser que este texto fue publicado en 1940 y la novela es de fines de 1944. Chesterton le lleva a ambos 30 años, con su metáfora. Lo que probablemente signifique que haya algo detrás del propio Chesterton.

miércoles, 13 de octubre de 2004

El siglo XI tiene que haber sido impresionante. Europa lo olvidó, pero eso no le quita un gramo de gloria al siglo XI. Tan terrible como impresionante, en realidad. Invasiones, guerras, traiciones, papas envenenados, asesinatos. Pero también reinos, castillos, abadías, monasterios, universidades. Cruzadas. Inglaterra era un jardín. Tan devastado por toda clase de guerras civiles e invasiones, como fértil en antiguos poderíos espirituales.

En medio de ese siglo vivió 63 años Eduardo el Confesor, el rey de la isla por 24 años. Hoy es su fiesta.

¿Cómo será un tiempo en el que a los conspiradores se los destierra, mandándolos a peregrinar a Tierra Santa? ¿Cómo será que un rey distribuya un impuesto en oro mal cobrado entre los pobres del reino? No hemos conocido tiempos así.

Eduardo es el rey que repuso a Malcom en Escocia, el hijo de aquel Duncan que asesinó Macbeth. Y es el rey que mandó levantar Westminster. Se lo había mandado el papa León IX. Eduardo quería peregrinar a Roma y el consejo del reino se lo vetó, por seguridad. El papa, entonces, le cambió su voto por la construcción de una abadía dedicada a San Pedro. También curaba con sus manos, parece que especialmente a los ciegos, a quienes con agua les devolvía la vista.

Cuenta la Crónica que, cuando ya agonizaba, se reanimó por un momento y profetizó:
El Dios Todopoderoso, si no es una ilusión sino una verdadera visión lo que contemplo, me concede la fuerza de decirlo a todos los que me rodean. Veo muy próximo a mí dos monjes a quienes conocí en Normandía en mi juventud, y que sé que vivieron muy religiosamente y murieron muy cristianamente. Esos hombres me aseguran que han sido enviados con un mensaje que expresa lo siguiente: "Desde que los príncipes, duques, obispos y abades de Inglaterra no son los siervos de Dios, sino sirvientes del diablo, dentro de un año y un día Dios, consecuentemente, entregará este reino a manos de su enemigo; y esta tierra será por entero dominada por demonios".
Y eso fue Hastings, poco después, en 1066, la invasión de Guillermo el Conquistador normando, la caída del sucesor Haroldo y con ello el fin de la dinastía anglosajona.

martes, 12 de octubre de 2004

Fue mi última subida a la montaña. Y mi primer 'fracaso' en la montaña. La primera vez, en 16 años, que no pude hacer una travesía. No le viene mal al alma, para nada. Al revés. Uno puede ser que se lleve un recuerdo agridulce. Cosas de la obediencia y la ley.

Sin embargo, también alcanzó para que viera lo que son los decálogos. Inevitables. Los hombres parece que no podemos estarnos sin leyes. Mucho menos los anarquistas.

Estábamos, pues, con un amigo en la Laguna de los Témpanos, en ese lugar que aquí se ve, dispuestos a seguir el curso del arroyo Casalata. Cresteando un cerro (yéndonos por lo que se alcanza a ver a la izquierda de la imagen), cruzando dos vallecitos y otros tantos cerros para llegar al Tronador. Una vieja 'picada' ya en desuso que habíamos descubierto en un antiguo boletín del Club Andino.

O arrancamos mal los dos o ya mis piernas no querían acompañarme. Probamos de transportar la carga que llevábamos en dos veces. Subimos por el hielo del anfiteatro de la Laguna y bajamos al atardecer para volvernos al refugio. Los dos estábamos extrañamente exhaustos, pero eran mis piernas las que ya no me respondían en el hielo al bajar y eso me acobardó. De allí vino el fracaso: sin piernas no se puede.

Nos quedamos en el refugio casi dos días, viendo qué hacer. Mucho frío a pesar de la época del año. Lloviznas heladas. Alrededor del refugio, acampaban más o menos alejados todos los tipos previsibles de aquellos lares: mochileros a secas, insulsos; parejas de picarones y libres amantes; solitarios montañeros cerriles; fumadores discretos de hierbas prohibidas; hippies artesanos y, claro, músicos. De esta raza siempre hay. Y había uno. Su melena lacia y rubiona, leonina, atada con una 'gomita para el pelo', nos miraba desde su metro noventa de altura, robusto, olímpico. Un violinista joven, pero diestro. Silencioso, ausente, displicente, pero seguro de su imponencia, refinadamente rústico, aparentemente libre. No podía ocultar el fastidio que le producían (producíamos) casi todos, menos, tal vez, el refugiero, con quien se entendía en una jerga que burlaba sutil y crípticamente a todos los burgueses, a todos 'los de abajo'. Aparecía de vez en cuando por el refugio y sólo de vez en cuando sonaba el violín lejos entre las piedras, el sonido viniendo de ninguna parte, entrecortado a veces por el viento; realmente sonaba mágicamente en aquel lugar.

Una noche, la última, el frío se puso bravo. El refugio estaba bastante animado, la cocina a leña no paraba de quemar madera desde la tarde. Un guiso picante y una sopa espesa pusieron las cosas más o menos en su lugar. Los que pensaban seguir al día siguiente se fueron a dormir, algunos nos quedamos. Aparecieron unas botellas de ginebra, algo de cognac, un poco de vino. Faltaba música. Le pedimos al olímpico violinista que fuera a buscar el instrumento. Se hizo rogar, mirando con cara de que no veía alrededor un solo oído digno de las cuerdas en medio de aquella turba advenediza.

'Mucha crema de enjuague', sentenció socarrón y fastidiado un montañero veterano mirando con los ojos entrecerrados al olímpico. El veterano se había sentado en un rincón, no muy cerca de la cocina ardiente, con los dos pies recogidos sobre un banco. Parecía el Trancos de Bree, con su pipa humeante, hablando sin sacársela de entre los dientes. Y de verdad que el violinista cuidaba las cerdas de su cabeza tanto como las del arco.

Por fin, en una concesión cansina y con cara de nada (ciertamente que con algo en la cara de Moisés desafiante frente a los infieles), el violinista estiró su metro noventa y buscó con la vista el anorak azul gastado que solía calzar. Hacía mucho frío y lloviznaba. Lo había dejado en la carpa.

Como lo tenía junto a mí en ese momento, estiré el brazo y le ofrecí un camperón que llevaba conmigo y que, al parecer, contravenía alguna ley no escrita que amonestaba contra el forro interior de corderito en camperas sin el establecido desgaste.

-¡No, eso no! -me dijo primero visceralmente y después, como resignado, con toda la condescencia de la que era capaz-. Eso es para allá abajo (refiriéndose a la más execrable de las faunas: la de los que se quedan en la ciudad y jamás subirán un cerro).

-No, tonto, es para que vayas a buscar el violín y no te mueras de frío -contesté, inmediatamente sorprendido por su observancia estricta.

Y, créase o no, por no encontrar el atuendo adecuado para salir en medio de la noche oscura en medio de la montaña oscurísima, mi olímpico violinista nos dejó sin música.

Tratando de hacerle justicia al virtuoso del violín (siempre hay que empezar defendiendo al que hace algo bello), años estuve pensando si lo suyo era dignidad de artista, coherencia en su forma de ser y de vestir, ascesis, disciplina de la carne sobre el espíritu.

Al tiempo concluí que, efectivamente, no se puede vivir sin ley. Y que se puede ser esclavo del Decálogo o esclavo de cualquier otra ley. Que allí el problema no es tanto, parece, cuál sea la ley que voy a cumplir, sino cuál voy a rechazar. Y me pareció ver entonces que ciertos arrestos de libertad son parecidos en eso a los arrestos de obediencia. Claro que, ley por ley, entre una que aparezca entre zarzas de fuego en la cima de un monte y otra cualquiera, qué puedo decir. Entre, por ejemplo, No tomarás su Santo Nombre en vano y, por ejemplo, Jamás te pondrás la Campera con Forro de Corderito, me quedo con lo que, por lo menos, me garantice cierta grandeza.

Esa ilusión de los que creen que no sirven ni deben servir a ningún señor, que no pertenecen ni deben pertenecer a ninguna iglesia, que son libres y jamás deben someterse ante cualquier ley, no deja de ser -además de patética e histérica- un poco infantil (pero de eso y de la obediencia habrá que hablar más largo otro día, me parece).

Al final de todo, creo que el montañero veterano, con mirada simbólica, radiografió al olímpico de modo certero e impecable: 'mucha crema de enjuague'.
1º. El descubrimiento de América es el acontecimiento más trascendental que haya realizado la humanidad a través de los tiempos, pues todas las renovaciones posteriores derivan de este asombroso suceso, que a la par que amplió los límites de la tierra, abrió insospechados horizontes al espíritu.

2º. Que se debió al genio hispano intensificado con la visión suprema de Colón, efemérides tan portentosa, que no queda suscrita al prodigio del descubrimiento, sino que se consolida con la conquista, empresa ésta tan ardua que no tiene término posible de comparación en los anales de todos los pueblos.

3º. Que la España descubridora y conquistadora volcó sobre el continente enigmático el magnífico valor de sus guerreros, el ardor de sus exploradores, la fe de sus sacerdotes, el preceptismo de sus sabios, la labor de sus menestrales, y derramó sus virtudes sobre la inmensa heredad que integra la nación americana.

Por tanto, siendo eminentemente justo consagrar la festividad de la fecha en homenaje a España, progenitora de las naciones a las cuales ha dado con la levadura de su sangre y la armonía de su lengua una herencia inmortal, debemos afirmar y sancionar el jubiloso reconocimiento, y el poder ejecutivo de la nación:

Artículo primero: Se declara Fiesta Nacional el 12 de octubre.

Artículo segundo: Comuníquese, publíquese, dése al Registro Nacional y se archive.

Ése es el decreto que dio origen a nuestro feriado de ayer. Es del 4 de octubre de 1917. Lo firmó Hipólito Yrigoyen.

domingo, 10 de octubre de 2004

Lindo, el día de campo. Asado con cuero (y bien con cuero, pelo y todo), buena gente, reencuentros simpatiquísimos (toda una cuestión reencontrar después de tantos años vidas hechas ya, o deshechas ya). Lentas conversaciones, fragante el día, ventoso, contento el paisanaje.

El dueño de casa (que ya no lo será, porque con esto se despedía de su terruño), tuvo la buena idea de traer un cantor.

El kolla José María Mercado, hombre de la música puneña, maestro rural. De Abra Pampa, en Jujuy al norte, allá por la Puna, más de 3.500 metros arriba del mar. Cantó lindo, dulce, pausado, hondo, grave. Estudioso y recopilador. Era una maravilla oír la variedad de letras y formas líricas, en una música en apariencia tan simple.

Mechaba coplas y decires. Dolientes, a veces; honestamente pícaros, otras veces, galantes, siempre. Tan natural que les sale ese precioso castellano mestizo, mistura de quichua y Cervantes, antiguo, como de piedra.

Se me quedó una copla, de entre las coplas y los poemas que dijo y que cantó:
Le tengo miedo al coraje
que me da la borrachera;
miedo a que nadie me ataje
o a que me ataje cualquiera.
La golondrina

-Tú eres feliz -dijo el Ruiseñor a la Golondrina-. Se conoce en tu parloteo vivaz, en tus movimientos sueltos, en tu habilísimo patinaje aéreo, que raya ahora las nubes más altas para descender luego fugazmente con una maravillosa rúbrica a rasar las aguas del lago en curvas armoniosas. ¡Qué vivaracha eres y qué graciosa, muchacha!

-¿Es lo mismo estar alegre que ser feliz? -dijo ella.

-No sé -dijo él-. Pero tú eres feliz.

-¿Y cómo no he de serlo si soy sencilla, soy artista y soy amada? A mí me basta para casa un rancho mitad paja y mitad barro; no le pido mucho a la vida. Yo soy artista y alabo a Dios por la belleza de las cosas. Y procuro ser buena; soy inofensiva y no hago mal a nadie.

-Yo también soy artista -dijo el Ruiseñor-; y sin embargo mi garganta rompe muchas veces en sollozos agudísimos.

-Es que tú produces para el público, cantas para ser oído por los hombres y los pájaros y tu mujer y tus hijos. Yo canto para mí, y cuando siento la belleza del cielo vespertino o el encanto del amanecer desahogo mi admiración por las cosas de Dios en gorjeos, sin preocuparme de poner mis internas armónicas en solfas inteligibles. Y así nunca he progresado en la técnica y mis chirridos alegres son tan iguales y tan monótonos como el canto de mi vecino el Grillo violinista o la Chicharra guitarrera.

-Yo -dijo el Ruiseñor- intento comunicar a todos mis hermanos de la creación el sentimiento del fulgor del rostro divino que percibo en las cosas. Eso me causa a veces dolores como de parto, pero también gozos muy subidos. Tus alegrías son egoístas. No hay felicidad fuera del amor, y el amor es comunicación. Se me figura que yo ocupo un lugar más alto que tú en la escala de los seres, alegre muchacha volandera.

-Me tiene muy sin cuidado -contestó la Golondrina a quien ya quemaba las patas el alero en que se había asentado por cinco minutos-. ¡A volar! Adiós, genio.

¿Y qué moraleja sacaremos de todo esto?, pregunto yo. Dios mío, no lo sé. Pero esto fue lo que se dijeron el Ruiseñor y la Golondrina.


Leonardo Castellani, Camperas

sábado, 9 de octubre de 2004

La herida

Una herida que tengo me recuerda
el día del dolor y del oscuro
enemigo. (Me lleva esa ventaja:
tiene clavada en mí una cicatriz.)

Pero tengo algo más, que nunca olvido:
sólo es dolor, herida que no sangra,
un hueco de dolor que, restañado,
sólo es un hueco. El resto es diferente.

La mano del milagro y del aroma
me ha dejado su rastro. Cada octubre
punza mi hombro, hiende la memoria.

Y más que aquel hedor que aterra veo,
traspasando las sombras de la nada,
la nave que me lleva restaurado.

La primera gran herida de Frodo fue el 6 de octubre de 3018, en los alrededores de la Cima de los Vientos, mano a mano con el rey oscuro de los Nazgûl.

Otra mayor tendrá en marzo del año siguiente. Finalmente, la que lo convertirá en el hobbit de los nueve dedos. Pero aquella de octubre, cada octubre, le nublará la mirada, le punzará el hombro izquierdo. Le recordará, ella en primer lugar, lo vulnerable, lo caído. Le pondrá ante los ojos la indigencia de los mortales.

Sin decir lo que veía, lo miraba atentamente Gandalf, muy de cerca, la mañana del 24 de octubre, ya convaleciente Frodo en Rivendel. Y era eso lo que veía. No podía en la Tierra curarse del todo un mortal herido así. Y eso, incluso, cuando todavía las heridas peores no habían llegado. Es cierto que aquella esquirla maligna del puñal maligno fue encontrada, al fin, y extraída. Y que de las demás heridas quedarían apenas cicatrices. Pero no hirieron el cuerpo solamente.

Arwen, tal vez la primera, Gandalf también, junto con ella, verán esas heridas de Frodo, una sobre otra, como capas. Hasta llegar a su corazón. Y de allí que Frodo tenga un lugar en el viaje al Oeste, cuando comience el tiempo de los Hombres y los Elfos y otras criaturas se retiren de la Tierra Media. Finalmente, el propio Frodo entenderá todo esto, lenta y serenamente. Y, restaurado en algo más que en las heridas de afuera, está entendiendo en Otro lugar la debilidad de nuestra condición herida, aquello que a tientas -y no solos- creemos vislumbrar ahora en Arda.

viernes, 8 de octubre de 2004

"Cabe entonces ser sumamente respetuosos de los derechos individuales y particulares de quienes han elegido este modo de vida, pero ser muy claros en cuanto a evitar toda asimilación al matrimonio, unión heterosexual, institución humana y perfectible si las hay, pero insustituible para la vida en sociedad conforme a la naturaleza del hombre. El afán de ejemplaridad y el espíritu de docencia que debe imperar en toda ley para el conjunto social nos impide aplaudir el proyecto español y nos insta a hacer votos para que nuestro país no siga el mismo camino."

Así termina el editorial principal de La Nación de hoy, oponiéndose al matrimonio entre homosexuales. Impresionante definición, cruda firmeza. Y eso del afán de ejemplaridad y el espíritu de docencia de la ley, es un hallazgo clásico...

Respecto de los productos emitidos por los medios, hace unos meses -en lo que parece ser ya algo así como una línea del diario-, había hablado en el mismo tenor, más concretamente el 25 de abril (*). Allí el diario había advertido seriamente sobre el efecto de lo que se difunde por los medios en niños, adolescentes y jóvenes. El papel de la familia, la escuela y los medios en la educación de las generaciones que están y las que vienen.

Sí, sí. Muy bien.

Sin embargo, durante todo el pasado mes de septiembre, quien haya querido verlo -y quien no, no ha tenido más remedio, porque estaba en todos los quioscos y en la publicidad en la calle-, se ha topado con la tapa de la revista Rolling Stone, que aquí pertenece al GrupoRevistas/La Nación. También estuvo todo el mes a la cabeza del portal del diario en internet. En la nota, erotizada por las fotos y las preguntas y respuestas del reportaje, hay una promoción de una de las estrellas de la comedia familiar del momento.

Esto es precisamente un ejemplo claro de inconsistencia esquizoide, por lo menos. Estos son los casos en los que se nota el cruce de cables que hay en la cabeza y en el corazón de quienes entran a la cabeza y al corazón de muchos.

En la edición de hoy, hay sentidos y sesudos análisis a mitad camino, sobre Carmen de Patagones y los jóvenes, y los "valores" y el ejemplo, y...

Puede haber cientos de discursos así. Miles. Millones. De hecho, los hay. Pero no vayan a creer que son inútiles porque se anulan entre sí las palabras y las acciones de los que editorializan de un modo y editan de otro. No. Inútiles no son porque sean esquizoides, contradictorios. No son inocuos.

Hacen daño, hacen mal. Lastiman. Hieren y, en un sentido muy real, matan.

Pero sólo se ocuparán de esto -si acaso, cosa que en realidad yo no creo- cuando el daño sangre. Porque si no sangra, no es grave. Porque resulta que una herida de bala es más importante que la amputación de una verdad o que un sofisma, como tener altos los triglicéridos es más grave que una hipocresía, o como un pesticida fosforado es más letal que un error o un razonamiento perverso. Entonces, como solamente se trata de ideas y palabras, no habrá que preocuparse del asunto. Hasta que sangre. Ahí sí.

Mientras, se puede jugar con las palabras y las ideas. Que el espíritu y la inteligencia no sangran. Y después de todo el hombre es libre. Y lo que hay en el fuero íntimo... y como tiene que haber la libertad de expresión... y...

Basta.


(*) No sé si vale la pena. Van a tener que creerme. En realidad, confrontados dichos y hechos, me quedo corto y es peor que lo que estoy diciendo. Si no, tendrán que registrarse en el diario y así podrán tener acceso al editorial que cito. Hagan como quieran. Yo les avisé.

Villanos

Un Ñandú se escapó de una cacería, llevándose enredadas las boleadoras, pero como tenía rotos una pata y el cuello, cayó muy pronto entre unas pajas bravas y empezó a agonizar.

Entonces salieron doscientas Catangas Cascarudas, que son los sepultureros de la pampa, y empezaron a cavar alrededor de su cuerpo cantando:

-¡Al fin caíste, Ñandú patas sucias! ¡Aprendé a comer Catangas, animal inmundo e idiota! ¡Por sonso! ¡Metéte con el Hombre, que es nuestro amigo, imbécil, y come cosas muertas como nosotros! Pronto estarás bajo tierra, es inútil que sacudas la cabeza, que te baila como una estribera! Y nuestros huevos se cuajarán y nuestros huevos empollarán con el calor de tu carne, y nuestras larvas la comerán, la comerán.

El Ñandú no pudo dar una respuesta digna a los Necróforos aprovechadores, porque el frío último le tenía ya sus huesos. Pero un Cardenal se paró en una paja y gorjeó indignado:

Cuando al Grande lo tumba la Fortuna
Se ríe el Vil y a motejarlo empieza;
Cuando el Tigre se hunde en la laguna
Le patea la Rana la cabeza.


Leonardo Castellani, Camperas

jueves, 7 de octubre de 2004

Algunos poemas de Gilbert Keith Chesterton tuvieron un destino épico. Así La Balada del Caballo Blanco, que los ingleses recitaban en las trincheras de la Gran Guerra. No fue la única balada suya que recitaron.

En 1912, publicó La balada de Lepanto, en homenaje a la victoria del 7 de octubre de 1571, texto que tiene un curioso origen. El Padre Brown parece haber intervenido. De hecho, no el Brown de los relatos policiales sino el arquetipo real que GKCh tuvo a la vista para crear su personaje, el padre J. O'Connor. Fueron juntos a una sociedad femenina de debates en Leeds. Habló primero GK y después el sacerdote que, a su turno, completó los dichos del escritor y, por su parte, habló con detalle de la batalla de Lepanto. Esto parece haber sido lo que inspiró a Chesterton.

A la vuelta, en el tren que los lleva a Ilkley, Gilbert interrumpe al padre O'Connor, que entusiasmado habla del tema de las conferencias, para decirle que había decido entrar a la Iglesia Católica, pero que esperaría a Frances, su mujer: "Ella me sacó del Unitarismo y me introdujo en la Iglesia Anglicana".

La esperó diez años, hasta 1922. Cuatro años después, el 1º de noviembre de 1926, se encontrarían finalmente en el seno del catolicismo

La versión de la Balada que copio aquí es una traducción de J. L. Borges y se publicó en Buenos Aires en noviembre de 1938, en el primer número de la revista Sol y Luna, probablemente la mejor revista cultural de aquellos años.
ver

LEPANTO
G.K. Chesterton

Blancos los surtidores en los patios del sol;
El Sultán de Estambul se ríe mientras juegan.
Como las fuentes es la risa de esa cara que todos temen,
Y agita la boscosa oscuridad, la oscuridad de su barba,
Y enarca la media luna sangrienta, la media luna de sus labios,
Porque al más íntimo de los mares del mundo lo sacuden sus barcos.
Han desafiado las repúblicas blancas por los cabos de Italia,
Han arrojado sobre el León del Mar el Adriático,
Y la agonía y la perdición abrieron los brazos del Papa,
Que pide espadas a los reyes cristianos para rodear la Cruz.
La fría Reina de Inglaterra se mira en el espejo;
La sombra de los Valois bosteza en la Misa;
De las irreales islas del ocaso retumban los cañones de España,
Y el Señor del Cuerno de Oro se está riendo en pleno sol.
Laten vagos tambiores, amortiguados por las montañas,
Y sólo un príncipe sin corona, se ha movido en un trono sin nombre,
Y abandonando su dudoso trono e infamado sitial,
El último caballero de Europa toma las armas,
El último rezagado trovador que oyó el canto del pájaro,
Que otrora fue cantando hacia el sur, cuando el mundo entero era joven.
En ese vasto silencio, diminuto y sin miedo
Sube por la senda sinuosa el ruido de la Cruzada.
Mugen los fuertes gongs y los cañones retumban,
Don Juan de Austria se va a la guerra.
Forcejean tiesas banderas en las frías ráfagas de la noche,
Oscura púrpura en la sombra, oro viejo en la luz,
Carmesí de las antorchas en los atabales de cobre.
Las clarinadas, los clarines, los cañones y aquí está él.

Ríe Don Juan en la gallarda barba rizada.
Rechaza, estribando fuerte, todos los tronos del mundo,
Yergue la cabeza como bandera de los libres.
Luz de amor para España ¡hurrá!
Luz de muerte para África ¡hurrá!
Don Juan de Austria
Cabalga hacia el mar.


Mahoma está en su paraíso sobre la estrella de la tarde
(Don Juan de Austria va a la guerra.)
Mueve el enorme turbante en el regazo de la hurí inmortal,
Su turbante que tejieron los mares y los ponientes.
Sacude los jardines de pavos reales al despertar de la siesta,
Y camina entre los árboles y es más alto que los árboles,
Y a través de todo el jardín la voz es un trueno que llama
A Azrael el Negro y a Ariel y al vuelo de Ammon:
Genios y Gigantes,
Múltiples de alas y de ojos,
Cuya fuerte obediencia partió el cielo
Cuando Salomón era rey.
Desde las rojas nubes de la mañana, en rojo y en morado se precipitan,
Desde los templos donde cierran los ojos los desdeñosos dioses amarillos;
Ataviados de verde suben rugiendo de los infiernos verdes del mar
Donde hay cielos caídos, y colores malvados y seres sin ojos;
Sobre ellos se amontonan los moluscos y se encrespan los bosques grises del mar,
Salpicados de una espléndida enfermedad, la enfermedad de la perla;
Surgen en humaredas de zafiro por las azules grietas del suelo,-
Se agolpan y se maravillan y rinden culto a Mahoma.
Y él dice: Haced pedazos los montes donde los ermitaños se ocultan,
Y cernid las arenas blancas y rojas para que no quede un hueso de santo
Y no déis tregua a los rumíes de día ni de noche,
Pues aquello que fue nuestra aflicción vuelve del Occidente.
Hemos puesto el sello de Salomón en todas las cosas bajo el sol
De sabiduría y de pena y de sufrimiento de lo consumado,
Pero hay un ruido en las montañas, en las montañas y reconozco
La voz que sacudió nuestros palacios -hace ya cuatro siglos:
¡Es el que no dice "Kismet"; es el que no conoce el Destino,
Es Ricardo, es Raimundo, es Godofredo que llama!
Es aquel que arriesga y que pierde y que se ríe cuando pierde;
Ponedlo bajo vuestros pies, para que sea nuestra paz en la tierra.
Porque oyó redoblar de tambores y trepidar de cañones.
(Don Juan de Austria va a la guerra)
Callado y brusco -¡hurrá!
Rayo de Iberia
Don Juan de Austria
Sale de Alcalá.

En los caminos marineros del norte, San Miguel está en su montaña.
(Don Juan de Austria, pertrechado, ya parte)
Donde los mares grises relumbran y las filosas marcas se cortan
Y los hombres del mar trabajan y las rojas velas se van.
Blande su lanza de hierro, bate sus alas de piedra;
El fragor atraviesa la Normandía; el fragor está solo;
Llenan el Norte cosas enredadas y textos y doloridos ojos
Y ha muerto la inocencia de la ira y de la sorpresa,
Y el cristiano mata al cristiano en un cuarto encerrado
Y el cristiano teme a Jesús que lo mira con otra cara fatal
Y el cristiano abomina de María que Dios besó en Galilea.
Pero Don Juan de Austria va cabalgando hacia el mar,
Don Juan que grita bajo la fulminación y el eclipse,
Que grita con la trompeta, con la trompeta de sus labios,
Trompeta que dice ¡ah!
¡Domino Gloria!
Don Juan de Austria
Les está gritando a las naves.


El rey Felipe está en su celda con el Toisón al cuello
(Don Juan de Austria está armado en la cubierta)
Terciopelo negro y blando como el pecado tapiza los muros
Y hay enanos que se asoman y hay enanos que se escurren.
Tiene en la mano un pomo de cristal con los colores de la luna,
Lo toca y vibra y se echa a temblar
Y su cara es como un hongo de un blanco leproso y gris
Como plantas de una casa donde no entra la luz del día,
Y en ese filtro está la muerte y el fin de todo noble esfuerzo,
Pero Don Juan de Austria ha disparado sobre el turco.
Don Juan está de caza y han ladrado sus lebreles-
El rumor de su asalto recorre la tierra de Italia.
Cañón sobre cañón, ¡ah, ah!
Cañón sobre cañón, ¡hurrá!
Don Juan de Austria
Ha desatado el cañoneo.

En su capilla estaba el Papa antes que el día o la batalla rompieran.
(Don Juan está invisible en el humo)
En aquel oculto aposento donde Dios mora todo el año,
Ante la ventana por donde el mundo parece pequeño y precioso.
Ve como en un espejo en el monstruoso mar del crepúsculo
La media luna de las crueles naves cuyo nombre es misterio.
Sus vastas sombras caen sobre el enemigo y oscurecen la Cruz y el Castillo
Y velan los altos leones alados en las galeras de San Marcos;
Y sobre los navíos hay palacios de morenos emires de barba negra;
Y bajo los navíos hay prisiones, donde con innumerables dolores,
Gimen enfermos y sin sol los cautivos cristianos
Como una raza de ciudades hundidas, como una nación en las ruinas,
Son como los esclavos rendidos que en el cielo de la mañana
Escalonaron pirámides para dioses cuando la opresión era joven;
Son incontables, mudos, desesperados como los que han caído o los que huyen
De los altos caballos de los Reyes en la piedra de Babilonia.
Y más de uno se ha enloquecido en su tranquila pieza del infierno
Donde por la ventana de su celda una amarilla cara lo espía,
Y no se acuerda de su Dios, y no espera un signo-
(¡Pero Don Juan de Austria ha roto la línea de batalla!)

Cañonea Don Juan desde el puente pintado de matanza.
Enrojece todo el océano como la ensangrentada chalupa de un pirata,
El rojo corre sobre la plata y el oro.
Rompen las escotillas y abren las bodegas,
Surgen los miles que bajo el mar se afanaban
Blancos de dicha y ciegos de sol y alelados de libertad.
¡Vivat Hispania!
¡Domino Gloria!
¡Don Juan de Austria
Ha dado libertad a su pueblo!

Cervantes en su galera envaina la espada
(Don Juan de Austria regresa con un lauro)
Y ve sobre una tierra fatigada un camino roto en España,
Por el que eternamente cabalga en vano un insensato caballero flaco,
Y sonríe (pero no como los Sultanes), y envaina el acero...
(Pero Don Juan de Austria vuelve de la Cruzada.)