Rueda y tizón
Con una chispa se encendió y el fuego
se le subió a los ojos por el vino
y la voz le salió como en un juego.
Con relumbrones de un tizón de pino
la voz brilló en el vino enceguecida
buscando su color y su camino.
Y se le hizo oración amanecida,
letánica, chispeante o rumorosa,
del cielo y de la tierra suspendida.
La voz se le crispó creciendo umbrosa
con resplandor de soledad y peña
sonando en la capilla silenciosa
de la rueda que escucha, mira y sueña;
de la ronda que ronda en los porrones
convocados por fuerza de una seña.
Y huérfanos de luces y salones,
nadie atiende otra cosa sino al canto
buscando acomodarse en los rincones
de campo, cielo y fuego; mientras tanto,
la voz como las brasas ya se apaga
y deja espasmos de alegría y llanto.
Y queda como el rastro de una llaga.