jueves, 16 de septiembre de 2004

Mac Ian y Turnbull tratan de batirse. Ya se sabe, es La Esfera y la Cruz, de Chesterton.

Al montañés escocés católico, recién llegado a Londres, lo ofendió un panfleto contra la Virgen María que había publicado el escocés ateo y que tenía expuesto en la vidriera de El Ateísta, su periódico, a la vera de la catedral de San Pablo.

Desde entonces tratan de batirse, porque ambos creen que vale la pena, y nadie los deja. Literalmente nadie. Porque nadie entiende que haya que batirse. Por nada. Y menos por eso.

Entre tantos 'nadie', aparece, en el capítulo V, un discípulo de Tolstoy y Shaw. Un gordo pacifista que insiste en tratar de impedir el duelo.

Ni siquiera Turnbull, y mucho menos Mac Ian, lo soportan más, ni a él ni a sus discursos sobre el amor y la paz y el principio superior y la no violencia. De modo que, finalmente, y entre ambos, logran ahuyentarlo.

Pero Mac Ian cree que ha sido un ángel. Una aparición que le permitió ver de un trazo lo que podría haber sido de ambos:
- ¡Y qué! Ése hombre era un ángel -dijo Mac Ian.

- No sabía yo que fuesen tan triste cosa -respondió Turnbull.

- Sabemos que los diablos citan a veces la Escritura y falsifican el bien -replicó el místico-. ¿Por qué los ángeles no han de mostrarnos alguna vez el negro abismo en cuyo borde estamos? Si ese hombre no hubiese intentado contenernos... yo acaso... acaso me hubiese contenido.

- Ya entiendo lo que usted dice -contestó Turnbull ásperamente.

- Pero ese hombre vino -prorrumpió Mac Ian- y mi alma me dijo: abandona el combate, y te convertirás en algo como Eso. Abandona juramentos y dogmas, y los principios sólidos, y te irás pareciendo a Eso. Aprenderás también una filosofía turbia y falsa. Te aficionarás a esa ciénaga de moral cobarde y rastrera, y vendrás a pensar que un golpe es malo porque hace daño, no porque humilla. Vendrás a pensar que dar muerte es malo porque es violento, no porque es injusto. ¡Oh blasfemo del bien, hace unas horas creí que le amaba a usted! Pero ahora ya no hay que temer por mí. He oído la palabra amor pronunciada con su entonación, y sé exactamente lo que significa. ¡En guardia!

Las espadas se buscaron y se oyó el ludir formidable, animado del odio y la energía antiguos; y se atacaron una vez y otra. De nuevo, el corazón de cada uno vino a ser el imán que atraía a una espada loca...