domingo, 11 de julio de 2004

¿Qué quiere decir la naturaleza simbólica de las cosas?

Todo un asunto. Todo un problema.

Por una parte, no se puede desmentir que cada cosa es lo que es. Y que vale por sí.

De otro modo, habría que resignar la forma substancial de cada cosa, su razón de ser en cuanto tal. Además está aquello terriblemente potente de que un signo es por naturaleza polisémico. Y en cuanto signo es dos cosas, al menos, a la vez: aquello que se usa para significar y lo significado.

Un árbol es un árbol y además un signo de un eje entre lo alto y lo bajo. Pero al menos es un árbol. Y su verticalidad enraizada y elevada, a la vez, es materia para el signo.

Pero, ¿es en todo sentido -y en el sentido principal- primero un árbol y después un signo de tal eje?

Todo otro asunto.


Porque, por otra parte, cada cosa (y hay que decir, mejor: toda cosa) es a la vez lo que es y es, por naturaleza, potencialmente un signo de otra cosa.


La capacidad de representar de cada cosa y la correlativa capacidad de entender esta capacidad y la misma representación, son la base misma de toda la vida del espíritu.

Incluso hasta de la vida del espíritu tal y como aparece en aquellas cosas que no son por su propia naturaleza espirituales.

Sin esto no habría vida del espíritu.

Para Simone Weil, por ejemplo:

"Las cosas creadas tienen por esencia el ser intermediarias. Son intermediarias unas con respecto a otras, y así al infinito. Son intermediarias hacia Dios. Experimentarlas como tales.
(...)
"Este mundo, dominio de la necesidad, no nos ofrece nada sino medios. Nuestro querer es enviado sin cesar de un medio a otro como una bola de billar...
(...)
"¿Qué es sacrílego destruir? No lo que es bajo, pues carece de importancia. No lo que es alto, pues, aunque quisiéramos, no se lo puede alcanzar. Los metaxú*. Los metaxú son la región del bien y del mal.
No privar a ningún ser de sus metaxú, es decir de esos bienes relativos y mezlados (hogar, patria, tradiciones, cultura, etc.) que animan y nutren el alma y sin los cuales, fuera de la santidad, una vida humana no es posible.
(...)
"Los verdaderos bienes terrestres son metaxú. No se puede respetar los de otros sino en la medida en que se considera a los propios como metaxú, lo que implica que se está en camino hacia el punto en que se puede pasar sin ellos. Para respetar, por ejemplo, las patrias extranjeras, es necesario hacer de su propia patria, no un ídolo, sino un escalón hacia Dios..."



Mucha materia hay en estos fragmentos, como la hay en toda esta cuestión, que es central.

Habrá que pensar.

Y en tren de tener que pensar, está el Verbo, el Hijo, el Logos, el Icono del Padre. Por Quien todas las cosas son y subsisten.

¿No es Él Metaxú de todos los metaxú?

¿Será porque Él es el Gran Metaxú que todas las cosas que existen son lo que son y son signo a la vez, análogamente a como Él es el Gran Intermediario, el Gran Medio?


De esto, entre otras cosas, es probablemente de lo que habla la epístola a los Colosenses (I, 3 - II, 23), uno de cuyos fragmentos se leyó este domingo.




* Metaxú, con acento, en griego, es un adverbio (entre, tanto de lugar como de tiempo; en latín, inter, interea dum: entretanto, mientras tanto, hasta que.) También es un adjetivo, en griego: intermediario, mediador.