martes, 16 de diciembre de 2003

"...Dios ha formado al héroe y al poeta o al orador del mismo modo como creó al hombre y a la mujer. El poeta no puede cumplir aquello que el héroe ha realizado; únicamente puede amarlo, admirarlo y gozarse en ello. Sin embargo, no está menos favorecido, porque el héroe es, por decirlo así, lo mejor de su ser, aquel de quien está prendado; y será feliz no siendo héroe él mismo para que su amor esté hecho de admiración. El poeta es el genio del recuerdo; no puede nada sino recordar; nada sino admirar lo que fue cumplido; no saca nada de su propio fondo; pero del depósito entregado a su custodia es guardián celoso. Sigue lo que su corazón ha elegido; hallado el objeto de su búsqueda, va de puerta en puerta a recitar sus cantos y sus discursos con el fin de que todos participen de su admiración por el héroe así como de su orgullo. Ésa es su actividad, su tarea humilde, su leal servicio en la mansión del héroe. Si fiel a su amor lucha día y noche contra las asechanzas del olvido ávido de arrebatarle su héroe, una vez cumplida su misión entra en la compañía de él, que lo ama con amor igualmente leal, porque también para el héroe el poeta es lo mejor de su ser; como un débil recuerdo seguramente, pero tan transfigurado como él. Por eso nada será olvidado de aquellos que fueron grandes; y si es menester tiempo, si aún las sombras de la incomprensión disipan la figura del héroe, su amador aparece, sin embargo; y tanto más fielmente se unirá a él cuanto mayor sea su tardanza..."


Søren Kierkegaard, Temor y temblor.



Pero ése es el poeta por antonomasia, frente al héroe por antonomasia. Ése es el poeta tal y como está llamado a ser. Si no es así, parece, el poeta no llega a poeta. Se queda en versero, en rimero, en ritmador, palabrero, figurador, metaforero. Por brillante y dulce que resulte, por encantador que nos sea. Será un encantador de serpientes.

Y tampoco el héroe es el último término, en realidad, y el danés lo sabe. Porque el héroe es al mismo tiempo lo otro, lo puesto, lo dado, lo 'frente a sí' que tiene el poeta. No ha de ser menor su devoción a la realidad, si quiere ser poeta, realmente.

Y aún más. Porque 'lo otro' es finalmente 'lo Otro', y no sólo para el poeta.


Pero de eso nada digamos hoy.


Lúcida, sin embargo, la visión de que el poeta es lo que la femineidad frente a la masculinidad del héroe. Como que todo lo humano es femenino frente Dios.

Lacerará el orgullo de la creatura, seguramente.

Hasta que se lo entiende. Entonces, resulta inmensamente inquietante, a la vez que feliz.


Pero tampoco de eso digamos hoy.