martes, 23 de abril de 2024

Mathoms de Jorge N. Ferro



Dentro de unos días, el próximo 29 de abril, Jorge habría cumplido 75 años. 

Como era costumbre entre los hobbits en el día de su cumpleaños, eran ellos los que hacían regalos a los amigos e invitados; a esos regalos, como casi todos saben, los llamaban mathoms. De modo que, siguiendo esa noble tradición, será Jorge Ferro el que regalará el día de su cumpleaños dos sonetos dedicados a Faramir y Galadriel, entre varias cosas valiosas más.

El 13 de marzo pasado, unos días después de su muerte, publiqué aquí mismo su poema Los Puertos Grises, un homenaje a su maestro John R. R. Tolkien.

Pasó que ayer, revisando por otros motivos los archivos de la revista El Druida, donde publicó ese poema, encontré entre decenas de originales el original manuscrito de Faramir, soneto fechado en 1990, de Jorge también y que es el que ilustra esta entrada al final. 

Y fui a revisar la edición de la revista (vicios de letrólogos) para cotejar el original de Faramir con la publicación y recordé, primero, que había otro soneto, A Galadriel, en una sección –Tolkieniana–, que tenía la Revista y en la que publicábamos poemas Jorge y un servidor.

Pero eso no es todo.

Una cosa lleva a la otra y de allí fui a dar con que hay un número, en parte inédito: el N° 5, de junio de 1995 (de la Revista que con gracia irónica el P. Alfredo Sáenz llamaba "la revista anual, porque sacan un número por año..."). Y digo en parte inédito porque 14 años después, en 2019, preparé una edición publicable que dejé aquí mismo (El druida 5: un regalo de aniversario), aprovechando la zoncera de los aniversarios, porque hacía por entonces 25 años que la Revista no salía... Por eso ese número es en parte inédito (y por eso el venerable P. Sáenz ya no podrá decir que la revista era anual, porque se transformó en...secular, casi).

En ese número 5, Jorge no publicó nada propio. Sin embargo, en su calidad de fundador, había insistido  desde el principio en incluir una sección en la Revista: De Maria numquam satis, en la que aparecerían poemas dedicados a la Virgen, pero tomados de fuentes no típicas y de autores que, algunos, podían no haber sido necesariamente piadosos. Y eso ocurrió a partir del segundo número de la Revista. De paso, se vería así que, efectivamente, de Maria numquam satis, según dicen que dijo San Bernardo de Clairvaux y San Alfonso María de Ligorio cita. 

Esa sección estuvo a su cargo y eso explica que, en el número casi inédito, Jorge incluyera unos versos a la Ssma. Virgen del Rimado de Palacio, de Don Pero López de Ayala, texto del siglo XIV del que sacó mucho provecho y sabor, además de tenerlo fascinado, y además de haber sido su objeto preferente de estudio en sus trabajos como investigador, en un centro de crítica textual de textos medievales en el Conicet.

Volvamos un poco atrás. En el segundo número, inició la sección mariana con la traducción de Hymn, un poema de 1835, obra de Edgar Allan Poe, que, dicen, nació por la inspiración de una anécdota callejera, curiosa para un no católico. Iba caminando por ahí cuando escuchó las 12 campanadas de una iglesia cercana a las 12 del mediodía. Se asombró de que la iglesia hiciera eso y entró a preguntar y fue un jesuita que estaba adentro quien le explicó que tocaban las campanas a las 6 de la mañana, a las 12 del mediodía y a las 6 de la tarde para llamar a la gente a rezar el Ángelus y le explicó qué era esa salutación a la Virgen y qué sentido tenía. El poema de Poe, hay que decirlo, tiene precisamente doce versos.

Ya en el tercer número, Jorge quiso el testimonio de Rafael Alberti, que habló a través de dos sonetos, de los tres que, bajo el título de Triduo del alma, incluyó en su libro de poemas de 1924, Marinero en tierra. Y Jorge publicó entonces el segundo y el tercer soneto: Días de Tribulación y Días de amor y bonanza.

Para el cuarto número de la Revista, Jorge eligió una especie de coplillas gallegas de Ramón María del Valle Inclán, compuestas en Santiago de Compostela y publicadas inicialmente en el periódico El Compostelano de La Coruña, en noviembre de 1933 y más tarde, en 1936, aparecidas en libro, que es la fecha que apuntó Jorge en la Revista. El poema se llama En el Camino.

Con Los Puertos Grises ya publicados aquí, se completa así la presencia literaria de Jorge Ferro en la Revista El Druida, una obra cultural que lo llenaba de gozo y que fundó e impulsó sin más interés que ese mismo gozo. 

De modo que, finalmente, en estos mathoms que les quedan aquí, de su parte (y con los que festejaremos su cumpleaños el próximo 29 de abril), están juntos tres amores de Jorge Ferro: Tolkien, el Rimado de Palacio y Nuestra Señora, hechos literatura los tres por el puro gusto de hacerlos belleza.


Tolkieniana

Faramir

                                          A A.I.E.

Mi señor Faramir, si yo pudiera
tener tu estribo y afilar tu espada,
y entre la niebla, alguna madrugada
velar frente a la Sombra, campo afuera.

Si estuvieses aquí , junto a mi hoguera,
los ojos grises y la voz cansada,
reiría el fuego, y con solo tu llegada
mejor sería el arder de la madera.

Tal vez en un reflejo, en una sombra,
en un crujir de avíos y de cuero
me pareció que adiviné tu paso.

O es la llama brillando en el acero
cuando el fogón amigo, en un ocaso,
revive con la voz del que te nombra.

(El Druida , Año II, N° 2, septiembre de 1992)


A Galadriel

No ya porque el destello, que en tu mano
–estrella de otro ayer y de otras vidas–
alivia el tiempo y cura las heridas
con un saber que duerme en el arcano.

Ni ya por el rocío, que temprano
enciende ramas y hojas ateridas,
ni por el oro y luz de atardecidas
canciones que iluminan el liviano

aire de Lórien, pues si yo te viera
apartada del bosque bendecido,
sin anillo, Señora, y sin las flores

que vencen al invierno del olvido,
por sólo ver tu pelo y sus colores
en páramo y espinas te sirviera.

(El Druida , Año III, N° 3, diciembre de 1992)


De Maria numquam satis

Hymn

AT morn—at noon—at twilight dim—
Maria! thou hast heard my hymn!
In joy and wo—in good and ill—
Mother of God, be with me still!
When the Hours flew brightly by
And not a cloud obscured the sky,
My soul, lest it should truant be,
Thy grace did guide to thine and thee;
Now, when storms of Fate o’ercast
Darkly my Present and my Past,
Let my Future radiant shine
With sweet hopes of thee and thine!


En la mañana, a mediodía, en el ocaso,
¡María, has escuchado mi himno!
En el gozo y la pena, en el bien y en el dolor;
¡Madre de Dios, quédate conmigo!
Cuando las horas volaban brillantes
y no ensombrecía el cielo nube alguna,
si mi alma se extraviaba
Tu gracia me guiaba hacia tu Reino;
ahora, cuando las tormentas del destino
oscurecen mi presente y mi pasado
haz que se encienda mi mañana
con dulces esperanzas de tu auxilio.

Edgar Allan Poe

(Traducción de Jorge N. Ferro)

(El Druida , Año II, N° 2, septiembre de 1992)



Día de tribulación

¡Oh Virgen remadora, ya clarea
la alba azul sobre el llanto de los mares!
Contra mis casi hundidos tajamares,
arremete el mastín de la marea.

Mi barca sin timón, caracolea
sobre el tumulto gris de los azares.
Deje tu pie, descalzo, sus altares,
y la mar negra verde pronto sea.

Toquen mis manos el cuadrado anzuelo
–tu escapulario–, Virgen del Carmelo,
y hazme delfín, Señora, tú que puedes...

Sobre mis hombros te llevaré a nado
a las más hondas grutas del pescado,
donde nunca jamás llegan las redes.


Días de amor y bonanza

Que eres loba de mar y remadora
Virgen del Carmen, y patrona mía,
escrito está en la frente de la aurora,
cuyo manto es el mar de mi bahía.

Que eres mi timonel y eres la guía
de mi oculta sirena cantadora,
escrito está en el frente de la proa
de mi navío, al sol del mediodía.

Que tú me salvarás, ¡oh marinera
Virgen del Carmen!, cuando la escollera
parta la frente en dos de mi navío,

loba de espuma azul en los altares,
con agua amarga y dulce de los mares
escrito está en el fiero pecho mío. 


Rafael Alberti

(El Druida , Año III, N° 3, diciembre de 1992)



En el Camino

Madre Santa María,
¿en donde canta el ave
de la esperanza mía?

Y vi que un peregrino
bello como santiago,
iba por mi camino.

Me detuve en la senda,
y respiré el ingenuo
aire de la leyenda.

Y dije mi plegaria,
y mi alma tembló toda,
oscura y milenaria.

Seguí adelnate... Luego
se hizo luz en la senda...
y volví a quedar ciego.

¡Ciego de luz de aurora
que en su rueca de plata
hila Nuestra Señora!

¡Orballiño fresco,
nas pallas d'o día!

¡Orballino, gracia
d'a Virgen María!


Ramón María del Valle Inclán

(El Druida , Año IV, N° 4, diciembre de 1994)


(Del Rimado de Palacio)

Dios te salve, preciosa reina de gran valía,
esfuerzo e conorte de quien en Ti se fía;
a Ti viene tu siervo ofrecer este día
una pequeña prosa do dice «Ave María».

María muy graciosa, tu nombre es loado,
así te llamó el ángel que a Ti fue enviado
cuando te saludara e te traxo recado
que Fijo de Dios e omne en Ti serié encarnado.

Gracia de Dios contigo fue aquella sazón;
maguer hobiste espanto en el tu corazón,
con mucha humildanza e firme devoción
dexiste: «Dios lo compla según el tu sermón».

Llena de Espirtu Santo fueste, Señora mía,
e fincaste preñada del Salvador Mexía,
Virgen siempre e doncella, que atal parto cumplía
al nacimiento santo de quien esto facía.

Señor Dios que crió el cielo e la mar,
te quiso de tal don e de tal gracia doctar
que Tú fueses la madre del que venía salvar
el humanal linaje, que fizo Adán pecar.

Contigo Trinidat allí fue ayuntada:
la corte celestial en Ti fizo morada;
Madre de Dios, Esposa, Fija, fueste llamada,
así eras de los santos antes profetizada.

¡Bendita Tú, la madre, que a Dios concebiste!
¡Bendita la mujer, que tal fijo pariste!
¡Bendita la doncella, que nunca corrompiste!
¡Bendita e loada, que tal fijo nos diste!

En las mujeres todas, Tu fueste escogida
sola, Señora mía, por quien hobieron vida
los que yacían en pena e en cuita dolorida,
en los baxos abismos, por la culpa debida.

Bendito es el que ayudas e en Ti tiene esperanza;
los que a Ti se acomiendan, acorres sin dubdanza;
por Ti llegan al puerto de toda buenandanza:
¡Señora, Tu me vale en esta tribulanza!

 

Pero López de Ayala, Rimado de Palacio (S.XIV)

(El Druida, Año V, N° 5, junio de 1995)







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Una parte de todo esto apareció aquí en 2005, por otros motivos. Pero pasó mucho tiempo y casi ni yo mismo lo recordaba. De modo que, como ahora es cuando corresponde dejar junta toda esta obra de Jorge en la Revista, se repiten algunos textos.

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domingo, 21 de abril de 2024

Mar y desvelo


Luna de añil, el mar de terciopelo,
sombra en la luz de un tiempo que agoniza
entre un niebla azul y gris: ceniza
que esparce soledades por el suelo.

Hora sin hora que al pasar desliza
sobre los ojos rojos sin consuelo,
sus lágrimas de sal: son como un velo
que lastima a la vez que cicatriza.

Y vi ese mar sin sol que sé que viste.
Y no hay el ave que demore el vuelo
en la mañana y por el aire triste.

Y vi ese mar y su dolor de cielo.
Y sueño un solo sueño: sé que existe
sólo ese mar, soñarte y mi desvelo.


 

sábado, 20 de abril de 2024

Sobre un amor lejano





Esto que se ve aquí es un manuscrito probablemente padovano o veneciano y de mediados del siglo XIII. Retrata la historia de Jaufré Rudel y Hodierna de Trípoli. De esa historia se siguieron innumerables otras de trovadores occitanos y toda suerte de poetas –Dante Alighieri y Petrarca son apenas dos más–, incluso hasta casi el presente.

La historia de Jaufré Rudel y Hodierna de Trípoli es casi seguramente más leyenda lírica que historia real, aunque su influencia fue enorme.

De la vida de Rudel se sabe bien poco. Señor y príncipe de Blaye, en la Aquitania francesa, fue a la Segunda Cruzada con Luis VII, en 1147, de la que al parecer no volvió. Caballero, príncipe, guerrero, hombre político y trovador además, en tiempos en que no había más diferencia social entre los trovadores que el talento. Por lo demás, sólo se conservan 7 de sus cansons.

En los Cancioneros occitanos de los trovadores, antes del poema solía agregarse una Vida, especie de resumen biográfico. Antes de su poema más famoso, que es este Lanquan li jorn son lonc en mai, hay esta Vida:

Jaufré Rudel de Blaya fue muy gentil hombre, príncipe de Blaya. Y se enamoró de la condesa de Trípoli, sin verla, por el bien que oyó decir de ella a los peregrinos que volvían de Antioquía. E hizo de ella muchos versos con buen son y pobres palabras. Y deseando verla se hizo cruzado y se embarcó, y cayó enfermo en la nave y fue conducido a Trípoli, a un albergue, dado por muerto. Ello se hizo saber a la condesa, y fue a él, a su lecho, y lo tomó entre sus brazos. Y cuando él supo que era la condesa, al punto recobró el oído y el aliento, y alabó a Dios porque le había mantenido la vida hasta verla; y así murió entre sus brazos. Y ella lo hizo enterrar con gran honor en la casa del Temple; y después, aquel mismo día, se hizo monja por el dolor que tuvo por la muerte de él.

Un’amor de lonh en occitano es lo que los franceses dicen un amour de loin y nosotros un amor de lejos, un amor lejano, un amor a la distancia, dando a entender la separación entre quien ama y la amada, a la distancia, que no tiene que ser espacialmente gran cosa, como en el caso de la Beatrice de Dante o la Laura de Petrarca. A la vez, la expresión significa que el amante no requiere nada de la amada, aunque lamente la lejanía. Y cuando se dice nada quiere decir absolutamente nada. Nada físico pero tampoco afectivo o espiritual. El servicio del amante, así entendido, es total. Y esa idea lírica vivirá unos cuantos siglos.

En los libros de historia, como dije, hay poco o nada de Rudel. Sí hay de Hodierna de Trípoli, mujer brava si las hubo (dénse una vuelta por su biografía y verán...). 

Por otra parte, la lírica occitana de Rudel es bastante críptica, razón por la cual de sus 7 canciones no se saca mucho en limpio respecto de los días de vida.

Pero allí está un'amor de lohn. Y allí se queda.




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La letra de la canción en occitano dice:

Lanquan li jorn son lonc en mai
m’es belhs dous chans d’auzelhs de lonh,
e quan me sui partitz de lai
remembra·m d’un’amor de lonh:
vau de talan embroncx e clis,
si que chans ni flors d’albespis
no·m platz plus que l’iverns gelatz.

Ja mais d’amor no·m jauzirai
si no·m jau d’est’amor de lonh:
que gensor ni melhor non sai
ves nulha part, ni pres ni lonh.
Tant es sos pretz verais e fis
que lai el reng dels sarrazis
fos ieu per lieis chaitius clamatz!

Iratz e jauzens m’en partrai,
s’ieu ja la vei l’amor de lonh;
mas no sai quoras la veirai,
car trop son nostras terras lonh:
assatz i a pas e camis,
e per aisso no·n sui devis…
Mas tot sia cum a Dieu platz!

Be·m parra jois quan li querrai,
per amor Dieu, l’alberc de lonh:

e, s’a lieis platz, alberguarai
pres de lieis, si be·m sui de lonh.
Adoncs parra·l parlamens fis
quan drutz lonhdas er tan vezis
qu’ab cortes ginh jauzis solatz.

Ben tenc lo Senhor per verai
per qu’ieu veirai l’amor de lonh;
mas per un ben que m’en eschai
n’ai dos mals, quar tan m’es de lonh.
Ai! car me fos lai pelegris,
si que mos fustz e mos tapis
fos pels sieus belhs huelhs remiratz!

Dieus, que fetz tot quant ve ni vai
e formet sest’amor de lonh,
mi don poder, que cor ieu n’ai,
qu’ieu veia sest’amor de lonh,
veraiamen, en tals aizis,
si que la cambra e·l jardis
mi resembles totz temps palatz!

Ver ditz qui m’apella lechai
ni deziron d’amor de lonh,
car nulhs autres jois tan no·m plai
cum jauzimens d’amor de lonh.

Mas so qu’ieu vuelh m’es atahis,
qu’enaissi·m fadet mos pairis
qu’ieu ames e non fos amatz.

Mas so qu’ieu vuelh m’es atahis.
Totz sia mauditz lo pairis
que·m fadet qu’ieu non fos amatz!

Y una especie de traducción (que no esquiva los pasajes más misteriosos) diría algo así:

Durante mayo, cuando los días son largos,
admiro el canto de los pájaros desde lejos; 
y cuando me haya ido de allí, 
recordaré un amor lejano.
Voy con el ceño fruncido, con la cabeza gacha, 
tanto que canciones y flores de espino 
no me son mejores que el invierno helado.
 
Confío en la justicia del Señor
al haber hecho existir este amor lejano,
pero por cada consuelo que logro 
tengo dos males porque estoy muy lejos. 
¡Ah! ¿Por qué no fui allí como peregrino?
 Para que contemplara con sus hermosos ojos 
mi bastón y mi manto con capucha.
Sin duda sentiré alegría cuando le pregunte si, 
por el amor de Dios, pudiera ser hospedado;
y, si a ella le gusta, me alojaré
cerca de ella, aunque vengo de lejos. 
La conversación es tan agradable 
cuando el amante lejano está tan cerca,
que anhelaría ser recibido con buenas intenciones.

Triste y dolorido partiré
si no veo este amor lejano.
No sé cuándo la veré, 
tan lejos están nuestros países. 
Tantas son las cruces y los caminos
que no puedo decirlo. 
Pero sea todo como a ella le gusta.

Nunca disfrutaré del amor 
a menos que disfrute de este amor lejano, 
ya que no conozco uno mejor y más digno
en cualquier lugar, cerca o lejos.
Tan abundantes y soberanos son sus méritos
que allá abajo, en el reino de los sarracenos,
ojalá estuviera esclavizado por ella.
 
Dios, el que creó todo lo que va y viene
y dio forma a este amor lejano, 
dame fuerzas, que ya tengo la intención, 
para que vea este amor de lejos
en realidad y en un lugar apropiado,
para que habitaciones y jardines
me parezcan nuevos palacios.
 
Es verdadero quien me llama codicioso 
y añorando un amor lejano, 
ya que ninguna otra alegría me agrada tanto
como disfrutar de un amor lejano.

Pero lo que quiero me lo niegan, 
y desde que mi padrino lo hizo así 
amo y no soy amado. 

Pero lo que quiero me lo niegan.
¡Maldito sea mi padrino
que ha hecho que no sea amado!


 

jueves, 4 de abril de 2024

Los odios de los amores (II)





El odio y el amor pertenecen al mismo género de asuntos.

El odio es la repulsión o la aversión, así como el amor es la atracción o la conversión. El amor y el odio empujan en direcciones opuestas. El amor nos empuja al objeto amado (y de suyo amable: de allí su atractivo fundamental). El odio nos aparta de un objeto. Una es la repulsa, otro es el impulso.

Propiamente considerado, en el amor (y no en sus substitutos), la raíz del amor es el amor mismo: que mueve todas las cosas, dice Dante, de las estrellas fijas (que dicen los antiguos) para abajo, todo. Y aun por muy encima de las estrellas fijas: parte del Amor mismo, el motor inmóvil de los filósofos. Que no sólo es motor centrífugo, moviendo lo que no es él, sin que él se mueva. Es también, y por su mismo dinamismo de amabilidad, centrípeto, atrayendo todo hacia él: que es lo amable sumo.

Lo amable en sí, atrae. Y la mayor justicia que puede hacérsele a lo amable es ser atraído por lo amable en tanto que amable. Su dignidad mayor y propia es esa. Ser atraído por algo amable por cualquier otra razón, degrada la amabilidad de lo amado, aun siendo de suyo amable. Y degrada eso que suele llamarse amor en esos casos. 

Lo que se llama habitualmente un amor puro, no siempre se refiere a esto. Pero conserva la nota de desasimiento propio, en favor de algo que es como una perla encontrada y atractiva de suyo: por la perla de suyo valiosa, se desprende uno de sí y de lo propio y va hacia ella por ella misma. Es verdad por otra parte que una expresión más nítida como puro amor, significa a su vez y habitualmente, la atención del alma, y hasta de los sentidos, puesta en una sola dirección por solamente una razón: lo amado es amable. Con todo y eso, en tanto que es básicamente una atracción, las posibilidades de llamar amor a cualquier atracción, vuelve delicado el asunto y confunde, porque es verdad que no todo lo que puede atraer es objeto de amor.

El odio, en cambio, es en general más lineal, más directo y llano. La repulsión tiene muchos menos substitutos, aunque sí puede tener causas diversas. Y algunas de ellas enmascaradas y por cierto que algunas de ellas injustas. De hecho, llamamos odio a la repulsión que puede causarnos tanto lo repudiable como lo amable. Y es obvio que las razones son distintas en cada caso. Odiar lo amable, en tanto que bueno, amable y conveniente, es sencillamente odio, sin más. Pero odiar lo repudiable, en el sentido en que lo repudiable nos cause repulsión, no es lo mismo. 

Aun así, el odio a secas puede tener otras causas más circunstanciales, aunque su fondo será siempre la repulsión. Es decir, lo que cause repulsión o aversión –justa o injustamente– hace que odiemos eso que odiamos.

Hay movimientos del alma que son amores como accidentales, como hay odios de esa misma clase. Y accidentales significa que pueden odio y amor ser palabras idénticas a otras iguales a ellas en su materia pero de significado distinto. Y hasta cada par puede ser de significado distinto del verdadero. De modo que términos equívocos pueden ser ambos. Y frecuentemente lo son. Basta notar en lo que venimos diciendo que los opuestos consideran repulsivas o atractivas cosas distintas en cada caso y así consideran repudiable lo que para su opuesto es amable y amable lo que para su opuesto es repudiable.. 

Esa dialéctica de tender hacia lo opuesto de lo que resulta odiable o amable, es lo que está en buena parte de la raíz de lo que vemos como acción u opinión política. También en la profesión de la Fe o de alguna creencia.

Habitualmente en esos ámbitos se considera bueno y amable lo que se opone a lo que se considera perjudicial y repudiable. Y en tanto que se considera bueno y amable se lo abraza, y, como ya dije, mayor es la fuerza del abrazo cuanto mayor es la repulsa, en una proporción directa.

¿Es ncesariamente repudiable o amable aquello que se repudia y se ama en esos casos? Definitivamente, no.

Y allí aparecen las diversas causas que el odio puede tener, como dije, también causas que pueden ser de suyo injustas, y esto es algo que el odiador-amador habitualmente no advierte, incluso aun cuando se lo señalen y se lo expliquen. Porque no es lo real el paradigma de sus odios y amores, sino algo que se ha puesto en lugar de lo real para que sirva de paradigma.

Las sectas religiosas y los partidos políticos suelen ser ámbitos en los que no es difícil observar esta dinámica. Y es más bien parte de la naturaleza de las sectas y de los partidos políticos la institución de lo repudiable y de lo amable, como premisas que deben concederse previamente, sin lo cual la pertenencia es imposible. 

En todos los casos, esas sectas o los partidos políticos tienen sus "divinidades", siempre impolutas y venerables para los miembros de cualquier rango. Tienen sus mandamientos, sus doctrinas, sus sacramentos, sus iniciaciones y hasta sus sacrificios. Por cierto que tienen a la vez correspondientemente sus excomuniones, sus pecados (veniales o mortales), sus penitencias. Y así siguiendo.

Claro que estas cosas son naturales en las instituciones del hombre y más todavía: en la realidad de toda la existencia, porque de hecho el bien y el mal existen, así como hacer el bien y evitar el mal es un principio indicutible, pero por eso mismo bien y mal son falseables y sustituibles.

Sin embargo, esa falsación no es posible sin que se constituya previamente el catálogo de lo repudiable y de lo amable. Y es habitual que, tanto en las sectas y los partidos políticos, el origen sean los repudios a realidades que se consideran repudiables. Más que el amor a lo amable. Como ya dije, son casos en los que se ama algo (sea lo que fuere ese sentimiento), porque se odia algo que se siente o se piensa repudiable.

Aristóteles sabía, respecto de esto, dos cosas, que dejó dichas en la Ética a Nicómaco.

Por un lado, que el que ejerce en la sociedad el biós theoretikós (es decir, el contemplativo, el que ama la verdad de las cosas tales y como son), es el spoudáios (es decir, el hombre maduro) y por eso mismo, el que le da dirección y sentido a la vida social. 

Por otra parte, sabía que la homonóia, es decir, la concordia de los hombres que viven de acuerdo con el nous, esto es, con la inteligencia que hace saber las cosas tales como son verdaderamente, es la base de la philía politiké, es decir, la base de la amistad política, que significa específicamente la concordia social en procura del bien común de la polis.



(Continúa)




viernes, 29 de marzo de 2024

¡Ojo al Cristo!




Pender de un leño, traspasado el pecho
y de espinas clavadas ambas sienes,
dar tus mortales penas en rehenes
de nuestra gloria, bien fue heroico hecho;
pero más fue nacer en tanto estrecho,
donde para mostrar, en nuestros bienes,
a dónde bajas y de dónde vienes,
no quiere un portalillo tener techo.
No fue ésta más hazaña, oh gran Dios mío,
del tiempo por haber la helada ofensa
vencido en flaca edad con pecho fuerte
(que más fue sudar sangre que haber frío),
sino porque hay distancia más inmensa
de Dios a hombre, que de hombre a muerte.

En 1600, Luis de Góngora compuso este soneto, Al nacimiento de Cristo, Nuestro Señor.

Por el título se supone que trata de la Navidad y en parte es así. Pero Góngora es barroco, señores, y por eso necesita un poco de vueltas y claroscuros para decir lo que quiere decir.

Y entre las cosas que quiere decir está ese asunto de que la Navidad es más importante que el Viernes Santo. Y, si vamos a ver, que la Resurrección del Domingo de Gloria, porque para resucitar hay que morir. Y hasta más importante que la Redención misma, tal como Dios Padre la quiso y Dios Hijo la realizó. 

Curioso que un barroco culterano como Góngora, sacerdote él mismo –y hasta algo oscuro en sus soledades, me refiero a su vida y no a su obra de ese nombre–, haga semejante salto mortal –elegantísimo, quién lo duda: es poeta notable–, queriendo además caer sobre sus pies garbosamente. Las escenas y pasos crudelísimos de la Pasión fueron asuntos que los barrocos exacerbaron e insistieron en mostrar con sumo arte. Y hasta con "demasiado" arte.

Esta vez, sin embargo, Don Luis desdeña el Viernes Santo en beneficio del 25 de diciembre, creando así una oposición que está en su mente barroca, no en el plan divino para redimir al hombre. Un poco floja la teología del soneto. 

¿Y dónde está el quicio de la torsión de los argumentos a favor de la Navidad?: en los dos últimos versos:
...hay distancia más inmensa
de Dios a hombre, que de hombre a muerte.

Y eso, digámoslo, es verdad para todos los hombres. 

Para todos los hombres, sí, menos para Uno, como ya sabemos. Porque el asunto es que la distancia no es de hombre a muerte, simplemente, sino de Dios a muerte, que es lo que vino a remediar, porque el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, dice el Apóstol. Y porque Dios Hijo se encarnó no para mostrar una proeza, sino para darnos vida nueva, por la gracia que mana de su Pasión, Muerte y Resurrección y que nos desata del pecado y nos libra de la muerte eterna, como dice cualquier buen Catecismo. Cosa que quiso Dios que la realizara un hombre, pero no cualquier hombre que no podría con su muerte hacer nuevas todas las cosas.

Pero allí está Don Luis, haciendo malabares barrocos con 7 naranjas en el aire (y digo naranjas, porque era andaluz de Córdoba el buen hombre...), sin éxito, diría. 

Pero Don Luis no está ahora para poder justificarse (difícil que lo lograra...), así que dejemos lo dicho, que ya está dicho y pasemos a otra cosa.

*   *   *

No quiero hacerme el Castellani mezclando temas y asuntos. Pero tal vez Castellani mismo diría que, si no conociera quién es Don Luis de Góngora y Argote, si no supiera los puntos que calza, se podría suponer que el que escribió el soneto es algún obispo argentino, por lo dulzón y desprolijo del argumento... y lo errado de la conclusión. 

O diría, claro que sí, que es un político argentino el que amañó el argumento. ¿De qué partido, de qué corriente? ¿De veras me lo preguntan? ¿Qué pasa: quieren que su partido "se salve" de la excomunica? Lo siento: porque podría ser de cualquiera, señores, de cualquiera: no se salva ninguno. Ni los cristianísimos ni los ateísimos. Ni los oportunistas un rato cristianos un rato judíos otro rato agnósticos. Ni los fraslafras baba fría que haya en el medio. 

Cualquiera, si cuadra, puede amañar cualquier cosa por un minuto de poder y guita

Figúrense: Góngora, nada menos y en materia tan subida, lo hizo gratis y por convicción. Si acaso sólo por esa cosa dialéctica del barroco de hacer oposición de lo que no se contradice. 

¿Y ustedes creen que no lo haría un político argentino por un cachito de poder –si es total, mejor, claro...–, por unos mangos por izquierda –si son muchos mangos, mejor, claro...–? 

¿Y no lo haría un prelado o un clérigo argentino, con esa formación mistonga que les dan en los seminarios, o los astutos como serpientes (o como palomas, que también puede ser...), por un carguito en alguna curia empingorotada (o en Roma...), para quedar siempre de la vereda del sol o por razones peores todavía, de las que la obsecuencia o la frivolidad son las más ñoñas?

Don Luis, quién sabe por qué (repito que no está ahora para defenderse), creyó que era así la cosa. O que quedaba bien exponerla así. O por seguir su escuela lírica.

Pero no la tendrá tan fácil quien haga lo mismo con el Nacimiento y con la Pasión, Muerte y  Resurrección de Jesucristo, y lo haga por zonzo, por miedoso, por frívolo parlero progresista, o tradicionalista, por libertario, marxista o peronista, me da igual. Y tampoco la tendrá fácil quien manosee cosas de este mundo, gentes, asuntos, bienes materiales y espirituales, con desprecio por lo que las cosas son y desprecio por el tratamiento que merecen. 

Porque en una cosa tienen razón quienes mezclan los asuntos celestes con los terrestres, aunque ellos no lo saben o no les da el caletre o no les interesa saberlo ni para qué les serviría. A los progresistas les encanta desfigurar lo alto para les quepa en lo bajo. Los reaccionarios también acomodan, sobre todo cuando de pesos y poder se trata. Los peronistas hasta una Iglesia peronista hicieron y en eso se parecen a los marxistas, que insisten en tener una iglesia afiliada al partido. 

Pero, digo, en algo tienen razón, aunque al revés de lo que piensan: Todo pende de lo Alto. A Dios no se le escapa nada. Y Jesucristo es el Rey de todo y de todos. Entonces es verdad que lo alto y lo bajo tienen un hilo potente que los une.

¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre.
En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados.
No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos.

Eso dice Jesús a los discípulos (Mt. 10, 29-31) cuando los manda al mundo y de paso les da una clase de teología. Y de Doctrina Social, en todo ese capítulo.

Así que hay que prestar atención, señores. 

¡Ojo al Cristo, señores!

Dios nos libre de decir pavadas.



miércoles, 27 de marzo de 2024

Los odios de los amores (I)




A la tarde te examinarán en el amor, dice san Juan de la Cruz en uno de los avisos espirituales (el n° 59) que se conocen como Dichos de Luz y Amor.

Tarde y amor son las palabras que hay que mirar. Examen es importante, claro. Pero tarde y amor son más importantes.

¿Qué es la tarde que dice allí? El final, lo último, la caída de la vida: Así como el árbol cae, ya sea al norte o al sur, así queda tumbado, dice el Eclesiastés. Es la tarde. Y a la tarde es el examen. Y en ese último texto, creo, así como cae se refiere a lo mismo de lo que estamos hablando.

¿Sobre cuál amor será el examen? San Juan de la Cruz completa el mismo aviso diciendo: aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición. ¿Y los demás amores? También son tema de examen, dice un servidor (y Lewis y Castellani...). Pero me permito agregar: también el amor que terminamos amando, en la tarde misma, el último amor. ¿También un amor humano? También. Que si es amor, no puede ser uno sin el otro, el terrestre y el celeste.

Pero.

Hay mucho para decir sobre el amor, en muchos sentidos y planos. 

Una sola cosa aparto ahora: el odio de los que aman.

Una de las formas de "amar" que se ha repetido en los últimos años (aquí, al menos, en las pampas...) es precisamente la "necesaria" presencia del odio en relación con el amor. Principalmente en la política. Y eso abarca desde la Iglesia al mundo político y social.

Es decir: el amor aparece como contraparte de lo que se odia y viene inmediatamente después del odio, que causa eso que llaman amor. Curioso, sí. Pero pasa y, en muchos casos, es lo que pasa.

Muchos son los que aman lo que aman porque odian lo que odian. Y aman odiando. Y se les nota. Y llaman amar a una especie de abrazo furioso de lo opuesto a lo que odian. Y se les nota. Y más destemplado y furioso se vuelve eso que llaman amor, cuanto más los exaspera y los ciega aquello que odian. Y se les nota.

Creo que es efectivamente así. Y si es así, no sé si se puede catar con aproximación siquiera la calidad de esos amores. En buena medida, porque se nota demasiado lo que detestan los amadores cuando dicen amar. Y queda un pasticcio que hasta un poco fraudulento diría que es.

¿Cómo será el examen de esos amores en la tarde? No lo sé. Puedo hacerme alguna idea de qué pasa cuando se ha gastado buena parte de la vida diciendo amor, mostrando amor, pero con el impulso raigal y existencial de un motor poderoso: aquello que se odia.


(Continúa)


lunes, 25 de marzo de 2024

La casa cerrada





Este Cuaderno /5 busca en las figuras de espacios abiertos y cerrados de los últimos dos meses de Jesús entre los hombres, algún sentido que ilumine el entendimiento respecto del cristianismo y este tiempo presente.

Su contenido se publicó por partes en la bitácora ens, entre septiembre y noviembre de 2019. No es una tarea erudita, porque no podría serlo. Sólo me he propuesto confrontar dos meses centrales en la historia de Jesús y sus discípulos con nuestros días. Cristianos como aquellos primeros discípulos, necesitamos como ellos ver y entender aquello que creemos. Militamos bajo la bandera de un Rey y conviene que recordemos la naturaleza de sumajestad y de su Reino. 

Estar a cielo abierto y a la intemperie pueden ser cosas semejantes o completamente opuestas. También el Templo y una casa cerrada pueden ser semejantes o decididamente opuestos.Y la distinción o asimilación de estas situaciones, depende de la docilidad que tengamos a lo que se nos ha dicho y revelado.
 
Si estas páginas ayudan siquiera en algo a esa comprensión, habrán cumplido con el propósito de un servidor, que no es otro que creer para entender y entender para creer.

Estos son los pocos párrafos que anteceden a los 6 capítulos en los que se desarrolló esta cuestión, en las casi 60 páginas de este ensayo. Y esto útimo dicho como advertencia también, porque el que avisa no traiciona y habrá quien juzgue largo el tirón.

Como fuere, repito la publicación, porque creo que tal vez a alguno en estos días (y en estos tiempos) podría servirle hacer este recorrido que tiene como epicentros el Calvario y la Resurrección.




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(La foto corresponde a las puertas de la Iglesia del Santo Sepulcro, en Jerusalén.)



miércoles, 20 de marzo de 2024

El secreto del burro




En The Collected Poems of G. K. Chesterton (Dodd Mead & Company, 1927), se incluyó uno de sus poemas famosos, The Donkey.

When fishes flew and forests walked
And figs grew upon thorn,
Some moment when the moon was blood
Then surely I was born.

With monstrous head and sickening cry
And ears like errant wings,
The devil’s walking parody
On all four-footed things.

The tattered outlaw of the earth,
Of ancient crooked will;
Starve, scourge, deride me: I am dumb,
I keep my secret still.

Fools! For I also had my hour;
One far fierce hour and sweet:
There was a shout about my ears,
And palms before my feet.

En 1954, Francisco Luis Bernárdez lo tradujo y lo publicó en el diario La Nación, con el título El Asno

En 2005 se volvió a publicar en el mismo diario. 

También se publicó en el volumen 1, número 1 de la edición en español de The Chesterton Review, de septiembre de 2007 (pp 13-14).

Volaba el pez y en los errantes bosques 
Las zarzas daban higos a granel, 
Cuando, bajo una luna ensangrentada 
Este mundo en que estoy me vio nacer. 

Con la cabeza enorme, las orejas 
Como alas y el rebuzno que sabéis, 
Entre cuantos cuadrúpedos existen 
Soy la mejor parodia de Luzbel. 

El astroso proscrito de la tierra, 
El ser de más tortuoso proceder; 
Pegadme, hambreadme, ridiculizadme, 
Que mi secreto he de guardar muy bien. 

¡Necios! yo también tuve mi hora dulce, 
Mi hora de gloria tuve yo también: 
Un gran clamor llenaba mis oídos, 
Y había un mar de palmas a mis pies. 



Bernárdez, es claro, eligió dar una versión lo más fiel posible, teniendo en cuenta que tomó la decisión de poner rima asonante en los pares, como en el original. Pero lo hizo en versos endecasílabos, que no es la medida del poema original, porque Chesterton usa allí tetrámetros y trímetros yámbicos.

Es muy difícil en castellano imitar la cadencia del ritmo inglés de los versos. En el poema de Chesterton, el ritmo, que resulta algo juguetón, avanza en un crescendo de seriedad que va a dar a una revelación sorpresiva y hasta solemne, más por el secreto que revela que por la factura del cuarteto.

Creo que en un Domingo de Ramos es oportuna también esta mínima memoria del burro.


sábado, 16 de marzo de 2024

Avalon




Mientras repasaba algunas cuestiones del Ciclo de Arturo para unos trabajos, di con Avalon. 

En la noble tradición literaria, la isla es un lugar místico, mágico, feérico. Como les guste más. Guardiana de Excalibur, preñada de trascendencia, origen y puerto final a la vez, y así.

Para algunos, cuidado por hadas y seres feéricos, allí descansan los restos de Arturo. Para otros, allí duerme simplemente el rey, que se despertará y volverá a Inglaterra cuando sea preciso y se lo precise.

Y ya sé que estoy simplificando despiadadamente. Porque el asunto que se me cruzó es otro. 

De algún modo parece que en la vida argentina debe haber influido fuertemente el Ciclo de Arturo: todos esperan que resucite alguien o algo. O que vuelva alguien o algo.
 
Qué fastidio esas cosas místicas, de místicas mistongas y frivolonas. Arturo es un asunto de veras serio. Y Avalon no es un juguete para semibrujas new age de barrio.

Pero, en nuestras cosas políticas (no solamente en eso...), parece que así es acá: siempre esperan que de algún modo resuciten algún Arturo y alguna Guinevere: que resuciten Alberdi o Roca, Perón o Eva, Irigoyen o Alfonsín, Bakunin o Trotsky, Sarmiento o Rosas, San Martín o Rivadavia. Y que la Espada resucite del Lago y se reconstruya Camelot resucitado. Cualquier Camelot: descamisado o liberal, trosco o radical. 

Pero una cosa es Arturo de las sagas y su altísimo sentido. Otra cosa somos nosotros: si Arturo es un aquetipo, si Camelot es una Casa Rosada arquetípica (disculpando la comparanza...), si Avalon es una isla arquetípica, una cosa son los arquetipos y otra cosa somos nosotros.

Dicen que Chesterton lo dijo, otros que Gustav Mahler la solía decir, otros más precisos dicen que lo dijo Jean Jaurès el 21 de mayo de 1910 ante el Parlamento Francés: “la tradición no consiste en la adoración de las cenizas, sino en la trasmisión del fuego”.

Como quieran. La frase dice algo que puede muy bien aplicarse (después de discutirla un poco, si les place) a esto que voy diciendo.

Porque más bien los arquetipos son modelos de lo que se ha de ser o hacer, no servilmente sino formalmente, floreciendo de su raíz. Ni son cosas mágicas que han de volver y tomar nuestro lugar para ser o hacer ellos lo que deberíamos ser y hacer nosotros.

Pero se ve que los hijos bastardos del Avalon mistongo creen en las hadas que no existen y no creen en las hadas que sí existen.

Mejor sigo con Arturo. Hasta luego.



viernes, 15 de marzo de 2024

La última parábola



Yo sabía que no podía acabar bien; pero nunca soñé que fuera a sucumbir de un modo tan espantoso.

Mi consejo no le faltó. Fue más o menos éste:

“Hay que partir de este principio: es forzoso contemplar a los poderosos. Y no es difícil hacerlo si uno se pone a ello. Es algo indispensable. Hay que tomar a los hombres como ellos son y no como queremos que sean. Con el que tiene el poder es inútil querer hacerse el tremendo. Hay que ponerse en razón.

Tu estilo de escribir es magnífico. Hay solamente las frasecitas. Son una frase aquí, otra allá, a veces ninguna, a veces dos o tres, que irritan a muchos y que suprimidas no perjudican para nada la belleza literaria del conjunto. También hay que resignarse a no tocar algunos temas demasiado candentes, que de cualquier modo que uno los trate, descontentan a alguno inevitablemente.

Después de esto hay que ganar a Caifás. Caifás en el fondo te aprecia. Por más que está ocupado en otros asuntos, no es hombre desprovisto de gusto literario. Un día dijo de vos: 'Compone espléndidamente. La cadencia es perfecta, las metáforas son abundantes, los tropos son originales, lástima esas demasías que echan a perder todo. Si este hombre entrase de una buena vez con toda el alma por el camino que le señalan la ley y la voz de sus buenos superiores, podría hacer un bien inmenso, sin dejar de ser un escritor genial'.

Tus parábolas son muy buenas; algunas son obras maestras del género. Eres un verdadero genio, te aseguro que eres genial. El Hijo Pródigo es una cosa intachable, lo mismo que la de los Talentos, aunque aquí ya la doctrina es un poco rara. La del Rico en el infierno es bastante fuerte, un poco violenta, los ricos se pueden ofender de ella. La del Mayordomo Infiel, yo la entiendo bien, pero creo que es más bien para hombres muy inteligentes. Ahora, la de los Operarios en la Viña ya son palabras mayores, creo hubiese sido mejor suprimirla. Decididamente. Una parábola de menos no puede perjudicar la fama de un escritor ya reconocido como vos. Hay mucha gente a quienes ha caído muy mal, que la ha tomada muy a mal.

No estamos en Nazareth, ya no somos criaturas. En una gran ciudad como ésta, hay que enterarse de que además de la Naturaleza hay una gran realidad: la política. El lirio de los campos, las aves del cielo, el sembrador ¡muy bien! Allá en el dulce ambiente pastoril, el Reino de los Cielos, el Padre Celeste, la Causa de la Verdad está tan cerca de uno, tan a mano, que uno parecería los toca, toca el cielo con las manos… Aquí hay que contar con los mecanismos interpósitos, toda la organización oficial con las cuales también se va hacia Dios, aunque menos directamente. Que ese organismo tiene fallas, evidente: se trata de hombres no de ángeles. Que tienen puntos podridos, suponiendo que así sea, no los podemos curar nosotros por ahora. No tenemos los instrumentos.”

Desde el cerro de Arcalón, veíamos la sinagoga de Cesarea, el gran edificio chato entre sus andamios como un animal dormido. Yo le dije:

“Te repito que Caifás en el fondo no es inaccesible. Lo has disgustado mucho, los has molestado mucho (sin querer, desde luego), los has ofendido mucho, creo que está enflaqueciendo por causa tuya; pero en el fondo es un pontífice, es un hombre consagrado a Dios ante todo. El trabajo enorme que le inflige el manejo de los caudales del Templo, ¿qué ser humano podría soportarlo a no ser por Dios? No ha tomado mujer a causa de eso. Caifás es accesible. No se trata exactamente de prohibirte la predicación. Se trata solamente de encauzar tu predicación de acuerdo a las normas. Al fin y al cabo son superiores tuyos y todo lo que hay en ti les debe estar ciegamente sometido; si se equivocan, ellos darán cuenta a Dios, es una gran tranquilidad de conciencia eso de poder resignar en otro la propia conciencia.

Hay que agarrar con fuerza esta idea: la Verdad debe ser administrada. La Verdad pura no es potable al hombre. La verdad necesita filtro, necesita paliativos y necesita administración. ¿Y quién debe administrarla sino el que oficialmente ha sido nombrado para eso?

Tienes que darte cuenta de cuán gran florecimiento religioso representa ese gran edificio, y todas las capillas, leccionarios y adoratorios repartidos por toda esta gran ciudad paganizada y turbulenta. Adorar a Dios en espíritu y en verdad está muy bien, pero ¡eh! no es espíritu sólo el hombre. La plata es necesaria para todo, incluso para la religión. No te imaginas la masa de bien espiritual en almácigo que representa ese gran edificio que ahora se construye, el bien que se podrá hacer a los fieles en esa casa de Dios, que dirige tan acertadamente el arquitecto Jonatás: pero va a costar tres millones de sextercios y vos sos un hombre que nunca ha sabido lo que es ganar plata. Es muy lindo abrir el Libro y decir el profeta Isaías dijo: El espíritu de Dios me ha mandado a evangelizar la aridez; venid y yo os mostraré brotar la fuente de aguas vivas. Pero para decir eso hay que tener un techo, sobre todo si llueve. Para tener un techo hay que tener un gran salón. Para tener gran salón se precisa plata, mucha plata. Y la plata hay que administrarla bien. Cualidad en que nuestro gran Caifás, como no me negarás, no le cede la palma a ninguno. Eh, eh, es fácil despreciar a los que no tienen facilidad de palabra; pero la predicación ¿por ventura es todo? La administración es lo más necesario que hay en cualquier sociedad humana.

Ellos están en medio de la política; vos y yo, nazarenos humildes, poetas de pueblo, escritores de tres al cuatro, ¿qué necesidad tenemos de tocar temas candentes, habiendo tantos temas sobre qué escribir con gusto y satisfacción de todos? Me dices que el predicador tienen ante todo que hacerse oír, porque un predicador que no le atienden, y nada, es la misma cosa. Y para hacerse oír hay que hablar del Reino, pues todo el mundo hoy está embalado con el famoso Reino. Muy bien. Una cosa es hablar del Reino en general, como se debe hablar; otra cosa es descender al pormenor, hasta llegar a aludir a los herodianos, a los hilleitas, a los saduceos, y lo que es más grave, a los romanos. ¡Ay, ay, ay! La religión no tiene nada que ver con esas cosas, y a nosotros lo que nos interesa solamente es la religión. El religioso debe respirar religión, debe comer religión, debe hablar religión y debe vivir religión en todos sus momentos; como hicieron aquellos grandes padres nuestros los profetas, que eran pura religión ambulante. Nada más que religión pura. Eso no ofende a nadie.

Ahora, si es verdad lo que me han contado, que has comenzado a aplicarte a Ti mismo las profecías y (lo que es muy propio de tu ingenuidad) a tomar las palabras de los Libros Santos ¡literalmente!; entonces, qué quieres que te diga, francamente, hemos sido amigos desde la niñez, y por mí yo no deseo repudiar la amistad, pero hay cosas que pasan los límites y que yo, sinceramente, te lo digo con toda la franqueza de la amistad, ¡yo no las entiendo!”.

Así mismo se lo dije; y que Dios me mate si miento.

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¡Pobre Jesús! Yo veía que por ese camino no podía acabar bien; pero nunca jamás soñé ¡Dios mío!, que debía acabar ¡crucificado! ¡Gran Dios! ¡Crucificado!


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Este artículo del 25 de octubre de 1944, está en la página 215 de Decíamos ayer... (Sudestada, 1968), colección de artículos que hubo de aparecer en 1946 y no apareció "por obstáculos imprevisibles y extraños", dice Castellani en una advertencia a la edición, en marzo de 1968.

Se cumplen hoy 43 años de la muerte del P. Leonardo Castellani, el 15 de marzo de 1981. 

Elegí en su homenaje, y casi al azar (¿será?), esta parábola (con un aire a Dostoievsky) porque hay ahí el tema que más le apretó el corazón: el fariseismo y la Iglesia. Y la cobardía de muchos ante los fariseos, dicho en general. Y la corrupción o desvío de la naturaleza del cristianismo.


Pero releyéndola veo que también es aplicable a aquellos que creen hoy en la Argentina que el corazón de la patria está en la economía, en la guita, en el trabajo y el salario, en la industria y el comercio, y así. Y eso lo profesan de un lado o de otro, los de una vereda y los de la vereda de enfrente.

Y los hay algunos de ellos, que conozco, que hasta creen a la vez que Castellani es un genio.

No sé cómo hacen.



jueves, 14 de marzo de 2024

El papel de los tigres de papel




(Salpicón misceláneo)


No se enojen con un servidor, será que soy medio zonzo.

Pero creo que a los libertarios los frustra y los amarga ver que el peronismo es insuperablemente más hábil que ellos para manipular las trampas y suciedades del sistema.

¡Venga, hombre...!: que al fin de cuentas el peronismo (y no de ahora...) es mejor tramposo (y más sucio) que ellos, que parecen medio perplejos. O medio pavos.

Así como me parece también que a Javier Milei lo exaspera no poder ser un patotero tan eficaz como lo fue Cristina en su día. O el mismo Néstor. Y otros.

Y no que no haga grandes esfuerzos de pataletas, aprietes, amenazas, ironías, destratos, basureos, escraches, tuiteos furibundos.

Pero, ni hablar: no le sale como a ella.

El peronismo es una gran escuela de gobierno.

No sé si lo saben los leones libertarios. Y no sé si lo aprenderán alguna vez. O si tendrán tiempo para aprenderlo.
*   *   *

Entre las excrecencias de las furias leoninas, está esta cuestión de renovar todo el tiempo el catálogo de los traidores a la patria, según con qué pie se levante ese día el rey león, según cómo de mal le salgan las cosas, según cuánto –serpientes, rinocerontes, jirafas o monos– se le rebelen o no le den bola, o lo pasen al cuarto, haciendo un pacto con él a la mañana y yéndose a pactar con sus adversarios al mediodía. Por unos mangos, claro. Y por un pedazo de la tarta del poder, claro.

Alguien tendrá que decirles a los felinos, empezando por Simba, que, además de ser una táctica vieja eso del catálogo de traidores a la patria, siempre termina mal.

Menos Milton Friedman, Javier, y un poco más de historia de Roma, te vendría bomba...

*   *   *

¿Cuál es la diferencia entre los peronistas diciendo que ellos –y sólo ellos– son el pueblo y la patria (o que sólo son pueblo verdadero y verdadera patria los que están con ellos), y los libertarios (con Simba a la cabeza) diciendo que a ellos los siguen solamente las gentes de bien (o que son gentes de bien sólo los que están con ellos..)?

*   *   *


Si uno fuera uno de los cuantiosos animales de la selva, no estaría tan tranquilo y feliz.

Porque cuando el rey de la selva, (vbg. el león) les dice a los animales de la selva que él es carnívoro, no solamente les están diciendo la verdad: aunque sea un acto de conmovedora sinceridad, inusual en un gobernante.

Pasa que los animales de la selva, en general, son su alimento, porque son de carne y hueso, cosa que también es verdad. Y aunque el león no lo mencione, también eso les está diciendo. Si cuando se comió el primer bambi no se dieron cuenta, es que están dopados o hipnotizados.

Así y todo, por alguna razón, los animales están felices y conformes con que el león sea tan sincero con ellos y les haya dicho la verdad.

Es curioso. Pero se ve que pasa.
* * *

Como ya lo dije tantas veces, una más no importa.

¿Qué hace en el gobierno Victoria Villarruel? Qué hace en realidad, quiero decir. Tal vez sea un misterio que vaya develándose. Quién sabe para qué vino y cuál es su plan.

Habrá que esperar. Pero no mucho, Vicky, no mucho...: mirá que esto es la Argentina y acá puede pasar cualquier cosa. Y hasta todo lo contrario. Y hasta ambas cosas a la vez.

*   *   *

Serán cosas de la política. Pero oír a los peronistas reclamar el cumplimiento de los reglamentos, la defensa de la institucionalidad, el respeto a las leyes, la probidad y transparencia en los actos de gobierno, es como oír al FMI reclamarle a Javier Milei compasión ante el sufrimiento de los pueblos, de los vulnerables, de los indigentes, jubilados, niños sin pan, y así siguiendo el planto de los financistas del entero globo terráqueo.

(Por no hablar del cinismo de los periodistas, opinólogos, comisarios políticos y más, y más...)
* * *
¿Ven? El verdadero Ciclo sin fin es la dirigencia argentina. Toda ella. O casi el 100%.




miércoles, 13 de marzo de 2024

Los Puertos Grises

                                 

 

                                              In memoriam John R. R. Tolkien.

 
                          I

Quién sabe en qué momento, alguna tarde
el eco presentido tanto tiempo
pareció casi oírse. Hubo un silencio.
Se detuvo el rasguido de la pluma.

Se alzaron unos ojos asombrados.
Hubo una línea que quedó inconclusa,
y la música esquiva que rondaba.

No era el ruido del agua de la lluvia
que cantaba en el vidrio esmerilado,
ni las voces del leño incandescente,
ni el exacto latido del reloj.

Tal vez alguna flauta, que gemía,
y unas cuerdas antiguas.
Y más lejos, afuera, en otra parte,
las dos notas de un cuerno, y un galope.

La mano resbalaba hacia la pipa
que descansaba en la madera oscura.
La lámpara dejaba en la penumbra
casi toda la estancia.

El aire se poblaba de presencias
que urgen y convocan. Que me buscan.

Estaba tan cansado... No quería
más que oír esa música, y marcharse.
No importa ya el relato inacabado.
La voz que le dictaba ennmudecía,
y el otoño no dura.

La vería otra vez, como en el cuento,
iluminando el claro con su gracia.
Y allí sabría el final de las historias,
el secreto del árbol y la hoja,
y allí estaba la fuente de la música.


                          II

Imágenes, nostalgias que lo queman.
Chalecos de colores, y tabaco,
cerveza, los amigos, y en el vano
de la puerta es su sombra la que cruza.

Es suyo ese murmullo de las sedas,
los pasos familiares, en el cuarto,
cuando todo se aquieta.

Las risas de las flores en el vaso
calladas hace tiempo, y las tijeras
que duermen con dedales y con hebras
parecen despertar.

La mano ya se apoya sobre el hombro
y los ojos de siempre
recorren esas líneas que la nombran.
El roce de una tela, y ese brillo
de su sombra en la mesa.

Es ella que me llama. Y un caballo
me espera en algún sitio. Hay una nave
acunada por olas de ceniza
junto a un muelle de piedra. Y hay figuras
"contra un cielo de tarde que se muere".
Aquel gigante que dibuja cruces
de fuego con el ascua del cigarro
espanta los espectros enemigos
que rondaron en vano por mi puerta.


                     Envío.

Y lejos, en el sur que no conozco, 
algunos me leyeron.
Entonces saben que la sombra pasa,
que hay cosas intocables en lo alto,
y amigos donde no se los espera.

Afuera están la pena y la tormenta,
mientras acaban de limar un verso.
Ya se han puesto de acuerdo en una rima,
y en el número impar de las almenas.
Apartan los papeles en la mesa,
levantan unos vasos, y sonríen.


J O R G E   N O R B E R T O   F E R R O


El Druida, I.
Septiembre, 1991, páginas 39-44.




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(El original mecanografiado por Jorge lleva por título El ocaso del poeta y conmemora el 18° aniversario de la muerte de John R. R. Tolkien, el 2 de septiembre de 1973.)